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¿Siente mi alabanza, mi señora?
 
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Sus dedos se deslizaban cada vez con más intensidad en el abrazo de sus muslos al ver tal expresión, tal sublime belleza reflejada en su risa y la manera de provocarle. Ah, cuanto deseo, parecía que la piel se le iba a quemar de pasión como quien admira la divinidad que es imposible de tocar. El ángel separa sus labios y su lengua se asoma entre esos lujuriosos cantos que le profesa, estirando el rostro por clemencia hacia ella, desesperada por su tacto y conmovida por su presencia. ━Ah, tomadme oh diosa bendita, o si no temo que me quemaré en llamas impuras incapaz de tocaros ━
 
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