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Sepa que mi cuerpo y alma serán los instrumentos de lo que desee, reina mía ~
 
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La expresión de la mujer arrodillada se tornaría de un rojo intenso al sentir tales dedos alargados y finos recorrerle como lo hacían. Sus brazos se apretaban hacia si mismos como si estuviera a punto de derretirse. Apenas si separó sus labios para que ella pudiera tocarlos a gusto, respondiendo con un beso sobre su pulgar, pegando sus labios casi al punto de querer hundir la falange entre estos.

Seguirla... Es la gloria.
 
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