–Urbana no estaba acostumbrada a estar con personas ni mucho menos a tener amistades, Barth era una de esas primeras pero extrañas relaciones más cercanas que tuvo. No sabía cómo, ni por qué aún seguían viéndose a pesar de todo, peleas y distancia. Lo odiaba por hacerle ilusionar, simplemente entendía que no era mutuo; pero no quería demostrar más emociones que eran nuevos para la tana.
Su mundo tembló cuando sintió la cercanía, su calor y esa manera coqueta, ese comportamiento que detestaba porque le hacía sentir vulnerable e imprudente porque se desconocía. Contó hasta mil, volvió a suspirar y se excusó.– Sí, estoy bien, solo cansada pero podemos ir al bar.
–Y por supuesto se mantendría fría y firme, después que le "ayudo" se apartó del gitano porque si estaba segundos más ella misma se desvestiria. Rápido tomó su bolso y chaqueta para salir.– ¿Vamos?
—¿Todo bien Tana?—La cuestionó desde el marco de la puerta, siguiendola a la habitación después de notar su actitud.
El gitano solo aparentaba ser tonto, pero en la realidad es un viejo lobo astuto y tramposo, perfectamente capaz de leer las emociones de la gente que le rodea, lo que demuestra que es un idiota por elección, pero con ella le remordía actuar así.
Se acercó por atrás cuando se puso el jean, oprimiendo el pecho contra su espalda al empalmarse contra la rubia—Entiendo que es difícil tratar conmigo—susurró en su oído, al tiempo que le pasó los dedos de las manos alrededor de la cintura, acariciando el curvilíneo cuerpo de Urbana. Por propia mano terminó la labor que ella ya había comenzado. Subió el cierre de su jean, y luego le abrochó el botón, acciones muy simples, pero cargadas con ese jugueteo y sensualidad de la que Barth podía valerse cuando quería.
—¿Tengo que rogarte para que me acompañes? Solo quiero beberme unas birras con la chica más linda de la ciudad
Tú no me dirás que hacer, Barth. –Odiaba que no sea directo, que esquive todo de ella, la rechazaba constantemente que empezaba a creer que no, no gustaba más de ella. Y lo último que dijo lo tomo como una broma, suspiró decepcionada porque ni siquiera fue capaz de tocarla u otra cosa. Se puso un jean que le iba bien al cuerpo y no porque se lo pidió Barth, era más que nada por comodidad.–
—No me hagas decir lo que está implícito—Suspiró, o mejor dicho, resopló por las fosas nasales. Una clara expresión de incomodidad que desfogó dándole un buen trago a la botella de cerveza en su mano izquierda.
Más que sentado, estaba a sus anchas en el sofá; con un pie arriba de la mesita de centro de la sala, desde donde observaba a la rubia con todas las comodidades. —Entonces anda a ponerte un pantalón y una chaqueta, antes de que me antoje más y terminemos haciendo otra cosa todo el día.—
