No estaba al tanto del mundo de los juegos, pero ya había mentido una vez. ¿Por qué creer en ella esta vez? Los ojos se centraron en ese par de orejas, bajando hasta el rostro a los pocos segundos.— ¿Animales? —inquirió conforme cerraba los ojos. La notaba tensa, completamente alerta de que en verdad fuera descubrir el secreto detrás de su existencia. ¿Cómo podría desarmarla sin levantar sospechas de él? Sencillo.

— ¿Furros? Creo que así les llamaban a los humanoides. —una pregunta seria y llena ignorancia siempre descolocaba a las personas que ocultaban un secreto de manera torpe. Kurō aún tenía otro interés sobre la intrusa: su arma. ¿Era real? Parecía muy real por la manera en que el metal reflejaba la luz.