Aún recuerdo sus voces sollozando de dolor. Su llanto era placentero, y el éxtasis hervía en mi interior cuando mis manos descuartizaban sus cuerpos sembrando caos y la violencia contra ellos. Rompí sus cráneos hasta la muerte, a otros los apuñale una y otra vez hasta la agonía. Al final solo devoré la carne, y el resto acabó en los fauces de mis lobos.