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—Me importa una mierda.

Declaró indiferente a la actitud de la Piscis, aunque ella se portara seria, buscara hacerse respetar en ese momento, él no daría trato igualitario. Sus ojos lo hacían entender bien, aquellos adoptando los mismos que una serpiente, y el iris tornándose de un color distinto, ese hermoso tono ámbar casi cubriendo la casca.
Y para reafirmar su posición, se acercó de nuevo a ella, tomándola del mentón, la forzaba ver hacia arriba, que no desviara la cara.

—Esa noche en mi habitación, tu duda, ¿Lo recuerdas? Mis colmillos son algo que no quiero mostrar, querida mía.
 
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