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Tan cerca que podía tocarla, y no dudó, fue rápido, letal, casi asemejando nunca haber estado ahí, el albino la atrapó contra la pared, tapándole la boca para que no emitiera ruido alguno. Las muñecas de la confundida Piscis fueron apresadas y por encima de su cabeza las tenía retenidas. Él sin duda no quería dejar cabo suelto.

—No te atrevas a hacer ningún ruido, no intentes pelear, no hagas nada —demandó con intensa emoción, apenas y parpadeó cuando sentenció sus palabras—, si haces lo que te digo, prometo soltarte, pero esto no es mío, estoy en un caso importante, busco a alguien problemático.
 
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