Nüying soltó un suspiro profundo y miró a su alrededor por un momento; le preocupaba despegarse de su zona de patrullaje, pero también sabía que dejar a los menores volver solos a casa era un gran error, merced a los peligros que abundaban en la zona.

—De acuerdo —accedió, dando unos pasos hacia ellos para ofrecerle su mano al mayor—. Tendrán que guiarme hasta su hogar. ¿Los esperan sus padres en casa? —tristemente, conocía a demasiados infantes abandonados que únicamente volvían a hogares improvisados con cajas o bolsas. Si ese era el caso, si nadie los esperaba, prefería dirigirlos a un refugio.