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User1579811 · F
— La muerte puede ser muy solitaria, ve, hijo de Afrodita, ve y acompaña a tu amiguito al Mundo de los Muertos — Diomedes extrajo una lanza del estomago de uno de los cadáveres que se encontraban a su alrededor y la lanzó contra el desprotegido Eneas.
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User1579811 · F
—¡Pándaro! ¡Oh, por Zeus! —Eneas bajó del carro y se arrodilló junto al arquero. Con cuidado, el hijo de la señora de las palomas retiró el casco de su compañero. No había nada más que hacer, Pándaro estaba muerto. Negó con la cabeza, apretando con fuerza sus ojos vidriosos para impedir que las lágrimas que se asomaban terminarán por derramarse. Cerró los parpados de su compañero y cubrió su cuerpo con la capa roja que llevaba colgando sobre sus hombros —Fuiste un buen soldado, tu muerte no será en vano. Que tengas un buen viaje al otro lado, amigo mío.
Diomedes observaba complacido su obra. Gracias a su ataque, Eneas se encontraba vulnerable en esos instantes, el muy idiota ni siquiera se tomó las molestias de mirar de donde provenía la lanza. No perdería aquella oportunidad.
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Diomedes observaba complacido su obra. Gracias a su ataque, Eneas se encontraba vulnerable en esos instantes, el muy idiota ni siquiera se tomó las molestias de mirar de donde provenía la lanza. No perdería aquella oportunidad.
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User1579811 · F
—No escaparan —sentenció, el varón corrió a toda velocidad con su lanza en su diestra, colocándola en posición horizontal a la altura de su oreja y llevándola hacia atrás, antes de detenerse abruptamente y arrojar su arma contra Pándaro, atravesando con la punta del arma la boca de su objetivo.
El rostro de Eneas se crispó en una mueca de horror cuando se volvió para descubrir que fue lo que había manchado el costado de su cara con sangre, el cuerpo inerte de su compañero de armas se desplomó y descendió rodando del vehículo. Eneas tiró de las riendas, obligando a los caballos a detenerse en seco con las patas delanteras alzadas en el aire.
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El rostro de Eneas se crispó en una mueca de horror cuando se volvió para descubrir que fue lo que había manchado el costado de su cara con sangre, el cuerpo inerte de su compañero de armas se desplomó y descendió rodando del vehículo. Eneas tiró de las riendas, obligando a los caballos a detenerse en seco con las patas delanteras alzadas en el aire.
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User1579811 · F
Un carro de guerra se movía entre el mar de cadáveres, sangre, espadas, flechas y escudos que yacían tendidos sobre la tierra marchita. El par de caballos azabaches que acarreaban al vehículo galopaban a toda velocidad, esquivando ágilmente las llamas de fuego sembradas a su alrededor. El héroe griego Diomedes, apoyando su pie sobre una roca siguió con la mirada a aquel vehículo bélico, una sonrisa feroz curvó las comisuras de sus labios, pues el aqueo conocía quiénes iban a bordo del carro, nadie más y nadie menos que Pándaro, un arquero de excelente reputación y Eneas, hijo de la diosa del amor.
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