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User1579811 · F
La diosa esbozó una leve sonrisa.
—No eres la única que ha pensado que yo sería una diosa rubia —sus ojos recorrieron el rostro ajeno, estudiando aquellas facciones que encontró tiernas a la vista. Luego pasaría a la mano de la rubia, la cual acarició sus cabellos pelirrojos, la diosa apartó la mirada y observó el cielo azul sin nubes —. Muchos poetas en la antigüedad solían llamarme «Afrodita dorada» por que precisamente pensaban que yo era rubia. Deberías haber visto sus caras cuando los visitaba en privado para agradecerles por sus bellos poemas dirigidos a mí, y descubrían que su Afrodita dorada, de dorada no tenía nada.
—No eres la única que ha pensado que yo sería una diosa rubia —sus ojos recorrieron el rostro ajeno, estudiando aquellas facciones que encontró tiernas a la vista. Luego pasaría a la mano de la rubia, la cual acarició sus cabellos pelirrojos, la diosa apartó la mirada y observó el cielo azul sin nubes —. Muchos poetas en la antigüedad solían llamarme «Afrodita dorada» por que precisamente pensaban que yo era rubia. Deberías haber visto sus caras cuando los visitaba en privado para agradecerles por sus bellos poemas dirigidos a mí, y descubrían que su Afrodita dorada, de dorada no tenía nada.
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