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~ Lucy in New York ~ [Rol privado con Ophelia]

La sorpresa fue tan grata que no podía ni creerlo. Su padre al fin le había dado autorización para salir del país. Quizá eran solo dos semanas, pero aprovecharía al máximo para conocer el tipo de vida que se llevaba en América. ¿Acaso todos serían igual de expresivos y geniales que Ronan o Erick? La sola idea la ponía de un humor genial, además que estaría hospedada en un lugar súper sencillo, así podría conocer mejor la vida. Eso sí, estaba preparada para no saber nada, además de que no estaba viajando con tanto dinero, así que debía(...)
 
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Respiró el aire en el interior del vagón como si estuviese oliendo un perfume exquisito, sabía que era una ridiculez pero cuando estaba fuera extrañaba el olor a cuero de los asientos.

—Vaya que has tenido mala suerte entonces. —Exclamó algo sorprendida ante sus palabras, ya que ella no se consideraba muy amable que digamos. Si bien era cierto que en ciudades como aquella, cada persona iba por su lado y no se detenía demasiado en el prójimo.

Al contrario que la joven, Oph se sentó automáticamente con las piernas cruzadas, acomodando la falda celeste de su vestido. La última vez que había viajado parada con falda, no había sido un gran acierto ya que había tropezado y enseñado sus pantis al resto de los pasajeros.

—Para nada, aunque yo suelo ser el alma perdida de los andenes. —Bromeó recordando una de las tantas leyendas urbanas que rondaban de boca en boca por esos lugares.
Sintió un gran alivio recorrer su espalda. Como si de repente todo estuviera un poco mejor. Así que se acomodó para subirse a ese tren de una sola vez, no quería que ahora lo perdiera ella también por su culpa.

— Bien, creo que eres la persona más amable que he encontrado en este lugar.

El vagón era ciertamente similar a los de su país, pero le faltaba algo de la pulcridad de ahí. Pero era normal, quizá, ella no pertenecía a una ciudad tan grande como NY. Se fue de pie a pesar de que habían lugares disponibles.

— Espero no ser una molesta, Ophelia.

Sí, definitivamente se manejaba mejor sin los distintivos de nombre.
El choque de culturas, gracias a la gran diversidad de habitantes, era algo tan cotidiano que en aquella ciudad era extraño encontrar hogareños. Aunque, ¿podría seguir considerándose 100% neoyorquina después de descubrir que su madre era una divinidad griega? Crisis de identidad para otro momento, pensó mientras se llevaba una mano hacia el corazón ante la reverencia.

—Ophelia. —Se presentó mientras posicionaba un pie sobre el tren que acababa de parar y abrir sus puertas frente a ellas. Giró hacia Lucy, para confirmar si continuaba detrás de ella o no, y con un movimiento de cabeza la invitó a seguirle el paso.

—Vamos Lucy, no sea que esta vez ambas lo perdamos. —Bromeó abriendo paso a una sonrisa genuina por primera vez en ese corto intercambio de palabras con la joven. Tal vez fue un poco de empatía haciendo efecto o el hecho que no comía otra cosa que azúcar hacía dos días, imposible de deducir.
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Casi pudo ver un aura emanar de la muchacha. Como si la iluminación divina la cubriera con su manto. Habría llorado pero ya se le estaban quitando esas costumbres de llorar por la nada. Estaba dispuesta a ir con ella, conocería ese museo al menos y podría pedir un taxi, siempre era bueno ubicarse en un lugar conocido.

— Soy Lucy. ¿Y tú?

Hizo una reverencia pequeña, quería quitarse la costumbre de encima al menos mientras estuviera fuera de Japón. No tenía sus rasgos físicos clásicos de alguien nipona, pero las costumbres eran algo arraigado en la población.
¿Por qué las almas en desgracia siempre encontraban el camino hacia ella? Se preguntaba mientras apartaba la mirada de la joven, quien ya había comenzado a conmoverla. Un suspiro marcó la derrota al pensamiento de desentenderse de ella y dejarla a su suerte, como habría hecho en alguna otra ocasión.

—Voy a una cafetería en el centro, toca una banda que me gusta. Y después a la exposición del MoMA. —Relató su plan de lunes, mientras se acomodaba el cuello de la chaqueta; había salido tan apurada que no se había dado cuenta del detalle. —No es exactamente el museo al que querías ir, pero es genial.

Una pequeña sonrisa se dibujó con el solo propósito de contrarrestar con el ánimo de la contraria y transmitirle un poco de seguridad. —Vaya que vienes de lejos. ¿Cómo te llamas?
Escuchándola puso una cara de tristeza imposible. Inhaló y exhaló un par de veces. ¿Ahora qué iba a hacer? Observó para todos lados, evidentemente ella esperaba su tren y Lucy tendría que quedarse sola.

— ¿A dónde vas tú?

Preguntó cómo si esa chica fuese la única fuente de salvación. Si la seguía quizá podría tomar un taxi directo desde donde ella fuese. Aunque aún tenía que responder su última pregunta.

— ¡Ah! Si es mi primera vez. Vengo de Japón.
—Oh...—Fue lo único que atinó a comentar, paseando su vista entre la ubicación del mapa y la muchacha repetidas veces. ¿Por dónde empezar a decirle que ese no era particularmente su día de suerte? Se rascó unos segundos el inicio de su frente reuniendo las palabras de forma que no sonase tan dura como solía hacerlo. O al menos eso le decían.

Se posicionó a su lado así podría ver como manipularía su celular, mostrándole lo que nombraría a continuación. [b]—Para llegar allí, deberías estar en la otra estación, peero es mejor si vas en bus, aunque ya perdiste el último. Si planeabas ir a este museo, está cerrado los lunes y bueno...hoy es lunes. ¿Es tu primera vez aquí? —[/b]Se compadeció un poco por ella, pero eso no quitaba que mirase sobre su hombro a ver si el trenque esperaba estaba retrasado o no.
Mientras se ataba las agujetas, oyó una especie de ¿voces? Había unos sujetos diciendo algo. Cayó uno de sus auriculares, lo que la puso nerviosa ante lo que decían, prefirió terminar rápido, pero era boba y despistada. Así que ahora si iba a empezar a llorar. Hasta que llegó un Ángel. ¿Un Ángel? No, era una chica normal, ¿no? Terminó sus agujetas y se puso de pie. Debía hablar, pero primero le bajó el volumen a su celular "last nite" la estaba dejando sorda pues solo tenía un auricular puesto.

— Los acabo de escuchar, gracias. ¡Oye! — al final quizás podría ayudarla. — estoy perdida. ¿Me podrías enseñar que vagón me lleva acá? — le mostró en su móvil una ubicación en maps.
Cerró los ojos, no podía atraer al tren con su mala energía, así que solo le quedaba esperar el siguiente. Suspiró ya de mejor humor, que no duró demasiado, cuando vio un grupo de hombres mirando lascivamente a una chica y haciendo gestos por decir algo...extraño. Ella que lucía bastante indefensa atando sus agujetas, parecía ajena al grupo pero Ophelia no descartó la idea que los ignoraba por miedo. No lo pensó dos veces, se acercó y luego de dedicarles una mirada que esperaba apareciese en sus pesadillas; se enfocó en la joven a su lado.

—¿Te están molestando, chica?
Iba tarde, que sorpresa. A pesar de estar en nada menos que su ciudad natal, aún vivía desfasada por las dimensiones del campamento Mestizo y la libre circulación. Cuando volvía a la civilización moderna, olvidaba que para llegar temprano a algún sitio debía salir con más anticipación que "cinco minutos antes y esperar lo mejor". Pateó el suelo, maldiciendo en griego antiguo, costumbre que la hacía maldecir el doble, ahora en inglés al darse cuenta que usaba ese maldito idioma sin darse cuenta otra vez.

Estaba hecha un desastre, debía meditar o algo antes de perder el control de sus poderes y hacerles ver a todos los de la estación un espectáculo visual comparado con el consumo de LSD; mucho color y un poco terrorífico.

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