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User1577679 · M
La niña asintió con vigor. Era rubiecilla, de ojos claros y percudidos, tanto como sus mejillas sucias y su ropa hecha casi harapos.
Artaban se tumbó sobre la paja, estaba con buen ánimo. Rió con acidez y negó, extendiendole la mano para reclamar la pañoleta.
— No puedes tenerla. Te costaría la cabeza si alguien más la encuentra, esa pañoleta debe ser de alguna de las damas del palacio. No es algo que ni tú, ni yo, podamos usar.
La niña presionó los labios con pesar, bajó la mirada y se acercó de vuelta a pasos cortos, entregando la prenda.— Sólo quería verme como una princesa, como la hija del rey ¡Siempre tiene vestidos tan bonitos!
Artaban se tumbó sobre la paja, estaba con buen ánimo. Rió con acidez y negó, extendiendole la mano para reclamar la pañoleta.
— No puedes tenerla. Te costaría la cabeza si alguien más la encuentra, esa pañoleta debe ser de alguna de las damas del palacio. No es algo que ni tú, ni yo, podamos usar.
La niña presionó los labios con pesar, bajó la mirada y se acercó de vuelta a pasos cortos, entregando la prenda.— Sólo quería verme como una princesa, como la hija del rey ¡Siempre tiene vestidos tan bonitos!
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