— Ya, ya, ya. Deja de halagarme o me harás sonrojar, tontito.

Parecía que su semblante y la locura de la fémina se había apaciguado con simples palabras que tomaba como halagos. Se hacía ideas extrañas en la cabeza y no dejaría pasar ni un solo momento el disfrutar hostigar al homúnculo primero, aquel que fue la base para crearla.

De momento a otro, dio un saltito, rodeando el cuello del mayor con ambos brazos, quedando colgada de este. En seguida, acercó su rostro peligrosamente al contrario y le miró fijamente.

— Arthur. Somos un hombre y una mujer. ¿Deberíamos ser eso que se llama pareja? ¿Deberíamos copular? ¿Tú crees que los homúnculos pueden tener hijos? ¿Me amas? ¿Me deseas? ¿Quieres estar conmigo siempre? ¿Verdad que soy hermosa? ¡Dime que soy hermosa! ¿Te gustan mis ojos? ¿Verdad que toda mi ropa es linda?

De la nada comenzó a bombardear al contrario con preguntas que parecían no tener fin.

— ¿Te gustan mis caderas? ¿Tengo lindos senos femeninos? ¡RESPONDE!