- ¡Arthur! ¡¿Donde demonios estás?! ¡Te dije que vinieras a la isla a una supervición de rutina y después volverías ferry hacia China!

Una voz estricta se hizo presente en el lugar, se podía notar el enojo, impaciencia e intolerancia ante el retraso de las actividades que había asignado a los dos sirvientes creados por su mano. Su rostro expresaba con claridad dicha inconformidad.

Caminó apresurado ante la falta de respuesta, hasta encontrarse con aquel par de homúnculos trabajando en la labor que había asignado especialmente a Lucille.

- Arthur, ¿Qué demonios se supone que haces? Eso debería hacerlo Lucille. Te he ordenado la simple supervisión y clasificación de las criaturas ¿Qué es todo este desastre?