Dime, Shippo, ¿la señorita Kagome suele traerte siempre de esas esferas de su pueblo? — Se había acercado tanto al zorrito para apreciar el extraño caramelo con más detalle. Sus ojos grandes se iluminaron como esferas de luz, sin poder creer lo que veía cuando el pelirrojo le ofreció uno de color naranja, aceptándolo con la mayor alegría. — ¡Muchas gracias! — Nunca había visto algo similar, se moría por probarla pero a la vez quería mantenerlo intacto y cuidarlo como un tesoro muy valioso, el tesoro más bonito de todos. — ¡Te regalaré muchas floras lindas cuando el señor Sesshomaru me lleve al arroyo! Dice que es peligroso ir sola.

El pequeño zorro se volvió con desconcierto hacia Rin, y es que no esperaba que alguien llegase a secundarle, a lo que sonrió con inocencia.

—Kagome me trajo pocas esta vez, pero traerá muchas más cuando regrese –dijo, sacando una segunda paleta de la manga para ofrecérsela–. Aquí tienes, Rin. ¡Es de naranja!

¿Tienes más, pequeño Shippo? — Se acerca a observar aquel objeto, llena de curiosidad. Su grandes ojos se iluminaron como si estuviera frente a un tesoro sin igual y sus labios dibujaron una sonrisa que se extendía de una oreja a la otra. — ¡A mí también me gustaría tener una de esas!