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User1576008 · 26-30, M
Más que los gestos de la azabache, percibió en el aire un aroma ligeramente salino. Sus ojos ambarinos siguieron en primera instancia los movimientos de esa mano de nívea piel, mostrándole dónde resguardaba la perla. Y tuvo un fugaz instinto de arrancársela. Parecía fácil, especialmente ahora que la sacerdotisa se veía tan vulnerable... tan frágil. Sintió un vuelco en su pecho.
Se halló a sí mismo con una mano estirada hacia ella, con los dedos en una posición peligrosa, puesto que sus largas garras ya apuntaban hacia la clavícula de su adversa. Pero sus impulsos chocaron entre sí; uno por atacarla; y otro impulso desconocido por... ¿tomarla entre sus brazos? Su temple ganó. Debía mantenerse sereno. Respiró hondo, cerró el puño en el aire y, muy a su pesar, volvía a cruzarse de brazos.
No comprendía porqué su corazón se había acelerado o porqué le costaba respirar, pero mucho menos podía comprender porqué quiso hacer lo que hizo cuando más vulnerable se veía. (...)
Se halló a sí mismo con una mano estirada hacia ella, con los dedos en una posición peligrosa, puesto que sus largas garras ya apuntaban hacia la clavícula de su adversa. Pero sus impulsos chocaron entre sí; uno por atacarla; y otro impulso desconocido por... ¿tomarla entre sus brazos? Su temple ganó. Debía mantenerse sereno. Respiró hondo, cerró el puño en el aire y, muy a su pesar, volvía a cruzarse de brazos.
No comprendía porqué su corazón se había acelerado o porqué le costaba respirar, pero mucho menos podía comprender porqué quiso hacer lo que hizo cuando más vulnerable se veía. (...)
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