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K1581729 · F
Para cualquier otra persona custodiando la aldea sería una idea descabellada, inconcebible incluso, mantener conversación con alguien que ha dejado más que claras sus intenciones. La puntería de Kikyō, envidiable, jamás falla el tino, pero por algún motivo que se ha empeñado a ignorar, empezó a desviar la punta de las flechas cuando estas salían volando hacia Inuyasha, clavándose a un costado en son de advertencia. Partiendo de ahí, la sacerdotisa se aventuró a acercarse más y más al albino, hasta que un día pudieron concretar palabras como esas.

— La Perla de Shikon…— un destello de tristeza se pintó en la mirada de Kikyō. Sosteniendo los ramos de diversas plantas con un brazo, la mano libre viajó a la altura de las clavículas donde debajo reposa tranquila dicha perla.

Era de esperarse. Inuyasha anhelaba tanto como otros demonios hacerse de esa perla. Kikyō la veía como cadenas perpetuas que ataban su vida, su destino. Desde que podía recordar, era devota a la +
 
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