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User1576008 · 26-30, M
Cuidaba la espalda de la azabache, y sin darse cuenta también lo hacía con la aldea que alguna vez no le hubiese importado destruir con tal de obtener lo que quería.

Sus orejas caninas reaccionaron al llamado de Kikyou. Se escuchó la hojarasca romperse bajo los pies descalzos del híbrido cuando éste se detuvo en seco. Fue sorprendido. Su rostro se puso rojo, lo sabía porque su temperatura corporal aumentó considerablemente.

Los niños ya no estaban. Él simplemente la escoltaba a la distancia, entre los árboles, siguiendo su rastro por el olfato. Su sangre era dulce, como su esencia, como su voz.

Sin más que resistirse, salió de entre los árboles, dejándose ver con un semblante tan serio como pudo.



— No es seguro que deambules sola por aquí cargando la Perla —no sabía qué más decir. Sólo intentó sonar más molesto que preocupado. Frunció sus espesas cejas y descruzó los brazos.
 
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