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User1576008 · 26-30, M
Como cada tarde, a cierta hora se sentaba a esperar a su hija a las faldas del mismo árbol, a veces descansaba sobre las ramas y al verla acercarse saltaba con la intención de recibirla con un susto.
Se había quedado dormido sin darse cuenta, ignoraba cuánto tiempo habría transcurrido desde que se dejó llevar por el sueño. Al abrir los ojos, a su hija ya estaba a su lado, con la cabecita apoyada sobre su hombro. Vaya imagen; sólo así era cuando lucía tan inofensiva. Sonrió inevitablemente, con ternura, sintiendo en su interior un amor tan profundo y diferente al que ya había conocido hasta antes de su llegada al mundo.
Cómo no iba a amar a ese ser que se parecía tanto a él, como a la mujer que tanto amaba. Tanto tenía de ambos. Su vínculo eterno e inquebrantable: una parte suya. La mejor.
Se había quedado dormido sin darse cuenta, ignoraba cuánto tiempo habría transcurrido desde que se dejó llevar por el sueño. Al abrir los ojos, a su hija ya estaba a su lado, con la cabecita apoyada sobre su hombro. Vaya imagen; sólo así era cuando lucía tan inofensiva. Sonrió inevitablemente, con ternura, sintiendo en su interior un amor tan profundo y diferente al que ya había conocido hasta antes de su llegada al mundo.
Cómo no iba a amar a ese ser que se parecía tanto a él, como a la mujer que tanto amaba. Tanto tenía de ambos. Su vínculo eterno e inquebrantable: una parte suya. La mejor.
moroha · F
Posterior a cumplir algunos mandatos para Jyubie, Moroha regresaba a la aldea con una sonrisa enorme pintada en la cara. ¿El motivo? Había logrado intercambiar el colosal cráneo de un demonio por una bolsa repleta de monedas de plata. No podía terminar el día de mejor forma, ó eso pensó antes de llegar al camino que la llevaría a casa. Para su sorpresa, encontró a Inuyasha dormitando a la sombra de un árbol, donde la brisa fresca le revolvía el cabello suavemente. Pensó en gastarle una broma o no, ya que encontraba divertido molestarlo... sin embargo, ganó la segunda opción en sus planes. Se sentó a su lado, recargó la cabeza en el hombro ajeno y cerró los ojitos.
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