—No insinúo nada —sí, sí lo hacía. Tanto el tono de su voz como su mirada soslayada la delataban, pero no era de extrañarse que ellos no hallaran un acuerdo y se abandonara a la indirecta—. Tienes un excelente olfato, ¿no? ¿Por qué no lo rastreas? Nosotras no podemos.

— ¿Qué estás insinuando? —preguntó lo más calmado posible, sabía que de explotar como de costumbre, se vería aún más sospechoso. Aunque afortunadamente desde ese ángulo, ninguna de las dos podía ver una de sus sientes hincharse y comenzar a latir súbitamente.



— Ya dije que no sé nada... ¡Y no me sigan haciendo preguntas!

Se mantuvo a la par de Sango, siguiendo su ritmo.
Ante el primer comentario de InuYasha aguzó sobre él una mirada cargada de sospecha. No sería la primera vez que, con tal de solapar -o simplemente abrirse de- las acciones del monje, él se colocaba al margen del asunto.

—¿No? ¿Estás seguro?

— Yo no sé nada —adelantó el paso, andando un par de metros por delante de las jóvenes. No quería ser parte de las bien sabidas especulaciones que se traerían ambas compañeras entre manos. Era cuestión de tiempo para que empezaran a cuestionarlo y a ponerlo entre la espalda y la pared.

—Sólo espero que no se haya metido en problemas otra vez... —de aquellos que todos muy bien conocían.