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No importa el tiempo.

Siempre he de esperar aquí por tu regreso.
 
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Pero tan pronto sus pies hicieron ademán de aproximarse, algo bajo tierra comenzó a sacudirse con un temblor violento que rajó el terreno en dos y la hizo trastabillar hasta acabar de espalda al suelo.

¡¿Qué sucede?! —lo que inició como una pequeña grieta zigzagueante había crecido en anchura, aislándolos. Inmediatamente ella se puso de pie, alimentada por la adrenalina y algo instintivo que guió sus pasos al borde del foso. Allí abajo, muy en el fondo de la tierra, un resplandor únicamente visible para el don de sus ojos parpadeó con una fuerza sobrenatural oscura.

Encandilada por aquella visión, rayando en lo hipnótico, sus labios balbucearon sin pensar ya en su pequeña riña: —Un fragmento de la perla.
Conocía de sobra el carácter impulsivo que a menudo guiaba las acciones del albino, sin embargo, no esperó de ninguna forma que se adelantara a ella de ese modo: bloqueándole el paso y la capacidad de reacción y habla de tal modo que, por un instante, fue presa del asombro.

¿Me... soñaste? —aquella había sido información más que suficiente para que su razonamiento echara cuerda a la lógica: él había estado hablando dormido...

Qué ridícula y qué culpable se sintió en ese momento.

InuYasha, yo... —con una mano reposando contra su pecho, había hecho el intento de romper la tensa distancia que los mantenía fronterizos; debía disculparse. [...]
User1576008 · 26-30, M
¡No sé de qué me hablas! ¡Llevo todo el día sentado aquí como un perro esperando a que regreses! —más que llenarle de rabia el hecho de que desconfiara tanto de él, le dolió. Él decía la verdad y ella debía saberlo, así que se paró en seco frente a ella, impidiéndole avanzar—. ¡Todo lo que hice fue mirar hacia el pozo y esperar a que salieras de ahí! ¡Te soñé volver cada vez que cerraba los ojos! ¡¿Por qué siempre tienes que ser tan tonta?!
User1576008 · 26-30, M
Esta vez, fuese lo que fuese, no se trataba de la sacerdotisa de la que se enamoró en el pasado, de eso estaba totalmente seguro. Confundido seguía los pasos de Kagome, sin terminar de comprender otro motivo de su furia además de que no se había atrevido a decir su nombre en voz alta sólo para no hacerla enfadar aún más.



Situaciones como esa eran las que colmaban su paciencia y benevolencia. Ansioso había esperado por su regreso desde antes del amanecer, sin comer, sin apartarse del pozo de los huesos. Por supuesto que escuchó la última frase que la azabache arrastró. Sus puños se cerraron con fuerza y se tomó tanto tiempo para dar su siguiente inhalación, sólo para liberar un bufido después.
¿Lo ves? Ni siquiera eres capaz de nombrarla —empuñó las manos y pasó a su lado hasta sobrepasarlo de modo que ya no tuvieran que verse a la cara. ¡Qué tonto él! ¡Qué tonta ella!—. Debí quedarme en mi casa... —balbuceó, deshaciéndose en un suspiro, sin esperar ser escuchada. Aunque, claro, no estaba contando con el excepcional sentido auditivo del hanyô.
¿Por qué tenía que hacerlo tan difícil? ¿Por qué no admitirlo simplemente? Había escuchado lo que él tenía para decir. Por supuesto que aquellas no eran palabras que InuYasha soltaría al aire o a cualquier ser... ¿Entonces por qué darle tanta vuelta? Ella no iba a molestarse, aunque doliera; era algo que desde hace tiempo había tenido que asumir, era algo con lo que ya había aprendido a lidiar... Sin importar cuál fuera el caso, no buscaba ser el reemplazo, no ansiaba acabar con el vínculo, imponerse frente a su pasado y pretender que no la viera, tan sólo esperaba un poco de honestidad... ¿Tan difícil era confiar en ella? ¿Dudaba de su reacción? ¿De la incondicionalidad de su amor? Aquella idea, por el contrario, sí que era capaz de poner en jaque su humor. [...]
User1576008 · 26-30, M
Algo me dice que no te lavaste bien las orejas —en verdad no sabía de qué hablaba, incluso llegó a preocuparle. En el ambiente no había otro olor mas que el suyo, y ahora el de la joven. Por si acaso pegó otro vistazo a los alrededores, después de todo, a veces ella era capaz de cosas imperceptibles incluso para el hanyou.

Dejó pasar el asunto por unos minutos, sólo quería pensar en el banquete que les esperaba cuando volvieran a la aldea. Estaba a punto de pedirle un adelanto para ir comiendo en el camino, ya que además no había comido nada en todo el día.

¿Kagome? —arrugó el ceño. Detuvo sus pasos en seco de pronto—. No estarás pensando que estaba hablando con Ki... con ella. ¿O sí? —se le ocurrió esa posibilidad de pronto. Esta vez era inocente, pero sólo pensar que por otro malentendido podría generar tensión entre ambos que, además terminaría por contagiar a todo el grupo, le hizo querer aclararlo allí mismo.
Tan pronto como sus pies tocaron la tierra, instintivamente su mirada se paseó por los alrededores. El prado lucía un ambiente sereno, con su brisa fresca crepuscular, teñido por los últimos rayos anaranjados del sol vespertino. Ciertamente no parecía hallarse en la escena donde alguien más hubiera tenido lugar y aún así...

No me lo estaba imaginando —torció el gesto en una mueca que le obligó a apartar la mirada de él y del camino que habían emprendido hacia la aldea. Había oído cada palabra con demasiada claridad, pero sin darse cuenta de que había confundido las cosas—. Está bien si no quieres decirlo, pero no tienes que ocultarlo.
User1576008 · 26-30, M
No era tanto que le haya hecho enfadar. De hecho el impacto de la mochila sobre su cabeza ni siquiera le dolió, era más bien como un ritual para mantener su reputación. La verdad es que lo único que sentía en ese momento era alegría de que Kagome al fin estuviera de regreso.

— Ya olvídalo. Soy bastante resistente —para entonces ya se había puesto de pie y se había girado en dirección al pozo sólo para encontrarla ahí semicolgada con ambas manos juntas—. Sal de ahí, te vas a lastimar —se inclinó hacia ella, afirmándola con sus dos manos, colocándolas debajo de sus axilas para levantarla y ayudarla a salir del pozo.

Tras dejarla en el suelo la liberó de su agarre y fue a tomar la mochila que, al venir tan (pero exageradamente) cargada, estaría muy pesada para que ella la llevara encima de camino a la aldea.

— ¿Qué cosas te imaginaste? No hablaba con nadie —esa pregunta le tomó por sorpresa, ¿sería una broma?—. Está oscureciendo, será mejor irnos ya. Además tengo hambre.
El alarido en el que InuYasha había transformado su nombre le hizo cerrar un ojo, tal como si amortiguara un impacto doloroso.

Ay no… No puede ser, qué tonta… —balbuceaba para sí misma en lo que hallaba el valor para trepar hacia el exterior.

Primero una mano. Luego otra y, finalmente, un tercio de su rostro asomó, tímidamente, por el orificio del pozo. Desde aquella posición, semicolgada de las tablas, podía ver con claridad que él se hallaba muy cerca de allí.

Lo siento, InuYasha. Ya perdóname, ¿sí? No sabía que estabas tan cerca —juntó ambas manos como una súplica, esperando ser expiada pronto de sus culpas. En ese momento notó algo más: él se encontraba solo, entonces...— ¿Con quién hablabas? —fue meramente su curiosidad y desconcierto lo que medió al momento de decidir lanzarse a cuestionar.

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