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User1584073 · 31-35, M
Al encontrarse nuevamente con él, una sonrisa se dibujó en su rostro. Con un gesto sutil y meditado, acercó su mano derecha al mentón del ángel, tocándolo con delicadeza. Su mirada reflejaba un reconocimiento profundo y una aceptación tranquila de la constancia en el carácter del otro. Con una serenidad en su voz que resonaba con la calma de su expresión, pronunció sus palabras:. —Veo que tú nunca has cambiado—. Su comentario no era una crítica, sino una observación afectuosa de una verdad compartida entre dos seres que se conocían bien.
 
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