Frío que te recuerda que estás vivo. Frío que mantiene tus pies sobre la Tierra. Frío como la nieve. Frío como en el polo Sur. Abre los ojos, Sokka. Estás en casa. De nuevo tienes 10 años. Tu vida es plena, feliz, inocente y tranquila. Tu madre y tu hermana juegan juntas debajo de las pieles que cubren sus cabezas al dormir, probablemente trenzándose el cabello o, simplemente, haciendo alguna actividad. Tú estás preparándote para ser un hombre y un guerrero desde tan temprana edad y arrastras los animales que tu padre trajo...
Aguarda un momento, ¡ahora se retiran! Se retiran y por fin los dejan en paz, ¿pero está todo bien?
No, no lo está.
Tu madre no respira y tampoco te espera. ¿Por qué?
¿Por qué no pudiste salvarla? El tiempo te jugó una mala partida. Diez años no son nada, necesitas crecer y ser fuerte si quieres, por lo menos, considerarte digno de tomar un arma y defender lo que amas. No pudiste hacer nada, no pudiste salvar la vida de tu madre, no pudiste proteger a tu padre, ni a tu hermana del dolor que la partida de Kya traería consigo.
¿A qué le tienes miedo, Sokka? ¿A perder más? ¿A perder a los que amas? Temes con justa razón porque no eres lo mismo que ellos. Eres menos.
Intenta abrazar a tu hermana ahora. Te cambiaré el escenario: Nación del Fuego, tienes 15 años, acompañas al ser más poderoso para que aprenda a dominar el fuego control.
