Alejarse y pretender que todo era normal era una ilusión que no duraba demasiado. No tardaban en seguirlos, en quitarles esa privacidad que para alguien al parecer era peligrosa.
Le dio la espalda a Rakan mientras miraba a los soldados, no quería que viese su expresión enfurecida, con los labios fruncidos y torcidos hacia un lado. Quería estar con Rakan con libertad, donde quisiera y cuando quisiera. No más encuentros furtivos a escondidas en los cuartos de servicio, en oscuros pasillos, en callejones. No con ese collar en su cuello que le impedía sentir sus besos ahí. Eso es lo primero que le pediría cuando fuese libre.
Tomó una pluma de su capa, ¿Sería buen momento...? Podría matarlos de una vez.

— ¡Wow! ¡Wow! ... Ow, ¿Cariño?— Le observó gruñir y alejarse, de un movimiento se acercó a su pareja para acercar su mejilla a la contraria. Observar el panorama y notar a lo lejos un par de soldados — Son... ¿Del Reino?... — Arrastró saliva por su garganta y sintió la argolla pesada en su tobillo.

Sí, al principio le parecía un bufón, alguien demasiado llamativo para su gusto. Fue su perseverancia y lealtad lo que fue suavizando su corazón hasta caer perdidamente enamorada por él. Lo deseaba todo el tiempo, incluso en situaciones menos apropiadas. Fingir seriedad algunas veces se volvía insoportable.
Pero ya lo tenía al alcance de sus manos, tan cerca de lo que le encantaba tomar en su boca. Relamió su labio superior y sus dedos se aproximaron hacia las ataduras de su pantalón... ya casi...
Un arbusto se sacudió a la lejanía, a ese sonido se unieron pasos. Cerró los puños y gruñó con irritación, poniéndose de pie con un terrible mal humor. — Bien, alguien quiere morir hoy. —

— ¿Xayah?...— Le llamó desde su posición, ciertamente ella le enloquecía con solo el simple hecho de que lo mirara, se sintió completamente hechizado por su mirada, sus purpureas plumas y su forma de ser, ¡Era la única mujer que lo ignoró!, Pero ahora estaba ahí jugueteando, tentandolo y él estaba pensando en llevarla a un lugar más privado.

Ahí estaba él, invocando su propia cordura por encima del deseo. El problema es que ella era más salvaje, más obediente a sus instintos, y su cuerpo lo quería.
Ya que usaba esa capa para cubrirla fue descendiendo hasta apoyar una rodilla en el suelo y puso las manos sobre sus muslos. — Eso depende de cuánto tiempo quieras disfrutar. —

Trato de mantenerse tranquilo pero sí que era débil a su tacto, necesitaba con urgencia disimularlo y así extendió esa capa de plumas doradas para cubrir a su amada, también en aras de incubrir su travesura — Hasta qué no destruyamos todo aquello que te aqueja no habrá tiempo de jugar o ¿Sí?— Coqueteo en la cercanía, su gallardo rostro estaba tan cerca al de su amada.

Apretó suavemente sus proporciones. — Si no fuese porque nos ocupamos pateando traseros siempre lo sería. —

Dió un respingo y le observó. — ¿Hola? ¿Es momento de jugar?—

Le pone la mano entre las piernas.