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¿Mi castillo?


Su expresión se mostró confusa por un momento había olvidado que era la tercera princesa del reino de Liones por lo que se levantó del asiento un tanto exaltada, había un cocinero en especial que se dedicaba a los postres, entre ellos había ese delicioso flan, además como de pequeña fue uno de sus postres favoritos se encargo de esmerarse. Fue así cuando tomó la mano de Diane ahora que Merlín le había ayudado a tener una estatura como la suya.


Debemos ir al castillo, ahí tenemos unos ricos postres puedes comer cual gustes, le diré a Hawk que avise a los demás por si lo desean pero. . . Mientras podemos estar las dos. Es un día de chicas. ♡


El ánimo retraído de la albina desapareció al pensar en una actividad que hacer con su amiga así se tratase de comer, y que mejor forma de agradecérselo. [/code]
Los iris violáceos de la joven se iluminaron al ser oyente de tal respuesta afirmativa, juntó sus manos en ademán de alegría y dio un pequeño salto completamente animada. Ya podía imaginarse el sabor de tan delicioso postre.


Dio un par de saltos más para enseguida terminar por volver su mirada hacia su amiga.

—¡Genial! Tenemos que buscar algún sitio que venda uno delicioso o...— Se silenció breves segundos habiéndosele ocurrido una idea, esbozó una amplia y enérgica sonrisa y terminó por completar su oración. —¿En tu castillo no habrá alguien que lo sepa preparar?—
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La de cabello platino se encontraba muy pensativa suficiente para darle muchas vueltas a asuntos que probablemente no tenían ni solución y con quien podía contar era con su amiga Diane. Sin embargo, había momentos en que la princesa se mantenía callada al no saber cómo expresar correctamente su sentir sin que se viese trágico, aún así el entusiasmo como propuesta de la ajena la sorprendió sin poder negarse a ese postre tan característico—. . . Esta bien, vayamos. ♡ —Le diría con una afable sonrisa.
Al ver a su amiga desanimada, tuerce suave sus labios, pensando en alguna manera en la cual pudiera ayudar o al menos impedir que empeorara su estado. Después de un rato de meditarlo, abrió de golpe su mirada reflejando una idea en sus ojos. —¡Ya sé, vayamos por un pudín, Eli!— Bien era sabido que el dulce era capaz de animar a la persona más deprimida en el mundo, el mejor remedio contra la tristeza.


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