Se estremeció en el abrazo y el susurro del rey. Inmediatamente le rodeó por el cuello y lo miró atentamente, colgándose de él como si hubiera caído rendida ante sus palabras. A diferencia suya, la bailarina precisaba una sonrisa más cándida, tan acorde al apacible carácter de ella.
— Ese no lo conozco —susurró pausadamente, seguido de un suspiro que poco pudo disimular—, pero suena tentador...
—Cuando hace falta, pero sí no es de tu agrado, puedo probar con muchos otros poetas—masculló ladino, y cínicamente sardónico. Y osado en toda su actitud, se acercó para rodearle la cintura con un brazo, y acercarse a la confidencialidad de su oído en un susurro. —Floating side by side, we'll flee without ever stopping to the paradise of my dreams.
