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Más allá de las juergas y bromas, Nehalennia y Brandt se hallaban unidos por la camaradería, por una extraña alianza que, hasta el momento, había dado frutos dispares, mas importantes. Este es uno de los momentos donde se pone a prueba.
 
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User1563832 · 31-35, M
Como si cayera en cuenta de lo que estaba diciendo, Brandt se mesó la larga cabellera bermeja; tras lo cual suspiró, como si se preparara mentalmente para la tiránica empresa que se les estaba encomendado. Podría ser un juerguista, quizá un truhán en ocasiones; pero nadie que lo conociese de verdad podría dudar de su honor o inteligencia, mismas que estaban en juego, sobre la mesa, desde que se ofreció a corresponder los favores de Asmund. Antes de continuar, volteó el rostro hacia Nehalennia: pareció pedir su aprobación previa a añadir cualquier palabra más, aunque no esperó a tener respuesta suya.

—Donde un ejército no ha vencido, dudo que dos guerreros logremos prevalecer. Sin embargo, no es por la fuerza que hemos de vencer a la calamidad; es necesario trazar un plan y valernos de la astucia. Hale, ¿qué piensas tú?
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Si el gesto de Brandt era serio mientras escuchaba las cuitas de Asmund, la mención de aquel nombre mítico logró endurecerlo todavía más con la añadidura de su ceño fruncido, en una clara muestra de consternación. El pelirrojo se mantuvo en silencio durante lo que pareció una eternidad para su anfitrión, quien, habiendo alzado por fin la vista, miraba hacia un punto indefinido delante suyo, como si no supiera a cuál de sus dos convidados dirigirse; y, tras despejarse la garganta con una buena ración de cerveza, respondió de esta guisa:

—Es esa una cuestión muy delicada. Me encantaría ignorar lo que la presencia de Fafnir puede significar para todos nosotros; pero ese nombre nos acompaña desde los cánticos de los völsung; aunque se supone que la bestia fue erradicada.
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—Mi responsabilidad es con la caravana. Nosotros vigilamos los caminos, y mantenemos abiertas las rutas de suministro que comunican los distintos poblados de esta vasta y fértil tierra. Luchamos cuando se debe proteger lo que tenemos. No obstante, una nueva bestia ahora ha clamado el bosque como su hogar, y ni siquiera nuestros más fieros berserkers han podido hacerle frente.

El miedo asomó a sus ojos. ¿Qué podría ser tan feroz, tan oscuro, como para amedrentar a un merodeador de caminos en la cima de la vida? Como si se sintiera avergonzado de lo que - sabía - demostraba, Asmund bajó el rostro, y sus últimas palabras fueron pronunciadas con el tono resignado, casi atemorizado, de quien pidiese un imposible; sabiendo que él mismo no era capaz de lo que solicitaba.

—Fafnir. La Gran Sierpe. El hijo de Hreidmar ha elegido estas tierras como su pasto, adueñándose de sus tesoros y sembrando el caos entre la buena gente.
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Tras alzar su vaso hacia Nehalennia y Brandt, devolvió éste a la mesa, y el golpe de madera con madera llamó la atención de algunos presentes. Asmund, sin prestar atención a ese detalle, miró alternativamente a sus invitados, mientras exponía la preocupación que aquejaba su mente.

—Somos vikingos. Somos guerreros, y la sangre de Odín en nuestras venas nos enardece, invitándonos a pelear cada que hay una oportunidad. ¡Todos queremos morir en la batalla frente a un digno oponente! Sin embargo, hay guerras que no podemos librar.

El avejentado líder calló, y una expresión sombría nubló su faz. Tras una pausa prudencial (quizá motivada por recuerdos amargos), prosiguió.
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No por hallarse sentados a la mesa la cuestión era de menor gravedad. Como huéspedes de Asmund, el señor de aquella horda errante que los había acogido, ambos habían aceptado escuchar un problema que lo mantenía en vela; así pues, a la hora de la cena, ambos fueron convidados a las magníficas viandas, reservándoseles lugares de honor frente al anfitrión. Por un rato, tan solo pudo oírse la algarabía de los comensales, el sonido de la cubertería, y el ruido de las personas al comer, según sus costumbres y modales; mas, cuando los primeros platos fueron despachados, Asmund se limpió los labios con el faldón de su casaca, tomando un largo trago de cerveza antes de hablar.

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