–... Alguien tiene que asegurarse de que no te metas en problemas. Eres mi buena acción, ¿qué más puedo decir? Es cierto que me gusta la mala vida; pero, al menos, admito que es divertida contigo.

— Ser muy tonto, ¿qué más? Te recuerdo que fuiste tú el que decidió seguirme a donde fuera, no al revés. Puedes irte cuando quieras aunque yo sé bien que no lo harás. Teehee. ~ Te gusta el maltrato.

—Tsk... Contigo, siempre hay algo de trabajo en la diversión. Ay de mí, ¿qué puedo hacer sino cumplir? Recordaré no volver a apostar contigo en un futuro. Me hieres, Hale; como si tú fueras capaz de hablar con cordura tras unos tragos... Padre mío, ¿qué hice para que me enviaras el castigo en forma de una mujer con melena de sol? Ay, ay.

— Solamente si después de eso cumples tu palabra y afilas mi hacha; sabes que perdiste la apuesta así que me lo debes. Por lo demás, sí, podemos acampar un rato y gustosa escucharé tus odas a los Dioses o cualquier tontería que salga de esa boca tuya tras unos tragos de más.

—Y a mí siempre me ha parecido que me das mucho crédito. Aún así, es un placer cantar para ti. Te tengo una propuesta: tú, yo, un claro en el bosque, hidromiel, y canciones hasta el amanecer. ¿Qué opinas?

Yo no podría acompañarte a beber cada noche sin oír con gusto tus aullidos a la luna, viejo amigo. Y no lo digo como un insulto, tu voz es melodiosa pero... Siempre me ha parecido que entonas de manera esplendorosa para un ser superior.