Intenta describir la perfección y aun así te quedarías corto.
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Iceln · F
El museo había dejado de ser un sitio tranquilo y silencioso esa mañana fría de Julio por motivos que emocionaban a todos los trabajadores; se podía ver a los historiadores, artistas escénicos y gestores culturales, correr de un lado a otro con el fin de no dejar ni el más mínimo detalle fuera de lugar para esa exposición en particular, y es que se les había dicho - hacía apenas un par de horas - que tendrían invitados de alto abolengo, por lo que la impresión que les dejaran a los invitados podría repercutir en la reputación del recinto y en, con suerte, una inversión jugosa para continuar adquiriendo obras al rededor del mundo.
Icelyn se encontraba de pie fuera de la puerta principal y frente a las escaleras de mármol pulido, en espera de la llegada de dichos personajes adinerados. Pese a ella ser una restauradora, y no una guía, se le había encomendado la misión de escolta gracias a su semblante siempre serio y tranquilo; el dueño del museo creía que cualquier otro estaría apantallado y nervioso, pero no la famosa chica de hielo que no mostraba emociones ni para con su propia familia.
— Hace mucho frío. —Murmuró para sí misma resguardando sus manos en los bolsillos de su abrigo. — Qué tortura. — Pese al "honor" que su tarea debía representar para cualquier otro, Icelyn encontraba en el hecho de ser "niñera" una tarea más que, además, le quitaba precioso tiempo para restaurar la última estatua que les había sido enviada desde Grecia... Y, encima de eso, el hecho de tener que relacionarse directamente con personas durante un largo tiempo le causaba cierta incomodidad. ¿Y si la tocaban?, la sola idea hizo que extrajera nuevamente sus manos solamente para asegurarse de que tenía bien puestos sus guantes de cuero, esos que usaba a diario para no tener que ver "cosas" al tocar objetos o personas. Soltó un suspiro que dejó una estela de aire caliente flotando y casi de inmediato escuchó pasos subir por los escalones.
— Bienvenidos al museo Suntory. —Saludó, inclinando su figura en una leve reverencia típica nipona. — Mi nombre es Icelyn Moonlight y seré su guía por hoy. Es un honor que nos visiten. —No pudo ser un speech dicho de manera menos robótica. Un hombre entrado en años y otro más joven eran los que esperaba tener ante ella, fue una sorpresa que faltara uno al levantar la vista. — Disculpe, ¿esperamos a alguien más cierto?
Icelyn se encontraba de pie fuera de la puerta principal y frente a las escaleras de mármol pulido, en espera de la llegada de dichos personajes adinerados. Pese a ella ser una restauradora, y no una guía, se le había encomendado la misión de escolta gracias a su semblante siempre serio y tranquilo; el dueño del museo creía que cualquier otro estaría apantallado y nervioso, pero no la famosa chica de hielo que no mostraba emociones ni para con su propia familia.
— Hace mucho frío. —Murmuró para sí misma resguardando sus manos en los bolsillos de su abrigo. — Qué tortura. — Pese al "honor" que su tarea debía representar para cualquier otro, Icelyn encontraba en el hecho de ser "niñera" una tarea más que, además, le quitaba precioso tiempo para restaurar la última estatua que les había sido enviada desde Grecia... Y, encima de eso, el hecho de tener que relacionarse directamente con personas durante un largo tiempo le causaba cierta incomodidad. ¿Y si la tocaban?, la sola idea hizo que extrajera nuevamente sus manos solamente para asegurarse de que tenía bien puestos sus guantes de cuero, esos que usaba a diario para no tener que ver "cosas" al tocar objetos o personas. Soltó un suspiro que dejó una estela de aire caliente flotando y casi de inmediato escuchó pasos subir por los escalones.
— Bienvenidos al museo Suntory. —Saludó, inclinando su figura en una leve reverencia típica nipona. — Mi nombre es Icelyn Moonlight y seré su guía por hoy. Es un honor que nos visiten. —No pudo ser un speech dicho de manera menos robótica. Un hombre entrado en años y otro más joven eran los que esperaba tener ante ella, fue una sorpresa que faltara uno al levantar la vista. — Disculpe, ¿esperamos a alguien más cierto?