Tiempo aquel era diferente, tiempo que Cham Cham había empleado su búsqueda sin descanso aún sin obtener un remedio a su problema. Habían pasado más de ocho meses desde que abandonó su hogar a causa de la desaparición de la Tanger piedra, así mismo tampoco posee la mínima noticia de su estimado caballero de dorada armadura, el mismo joven que desató su furia para las fuerzas del mal y proteger al bien.*
*Con determinación prosiguió su andar por aquellos lares desolados y erosionados por el fuerte viento, aunque Cham cham sabía que en ése sitio es dónde cabe la enorme posibilidad que sea el hogar de origen del caballero dorado, Aiolos, quién se había ganado la basta confianza y estima de la adolescente guerrera.* - ¡Paku, Paku! -Gritó Cham Cham llegando a uno de los riscos que permiten la bellísima vista de ésas tierras, aunado a las doce casas de los fieles caballeros de Athena.- ¿Será el hogar o el sitio dónde Aioros habrá entrenado? -Se detuvo en seco, deteniendo con firmeza en su mano el largo boomerang y el pequeño mono que cuelga con sus largos brazos cruzados entre sí alrededor de la esbelta figura de la muchacha.- Hace mucho tiempo que Cham Cham no sabe nada de Aioros. -Miraría al frente, grandes y peligrosos acantilados, tierras agrietadas sin presencia de una basta vegetación, no había árboles, animales o preciosos ríos de aguas cristalinas que bañan las desnudas y fértiles tierras, sin duda es un lugar muy distinto al que ella está acostumbrada.-
*Alzó su mirada al cielo y luego enfocó sus verdes orbes en el lejano horizonte.* -Pronto anochecerá.
