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User1550638 · 41-45, F
En momentos así, la única compañía que Yang podía tolerar era la de la soledad. No se trataba de odio hacia el mundo, como tampoco su orgullo hablando a través de ella. Se resumía, más bien, en ese deseo imperante de no causar lástima. Nunca la causó, y no deseaba que sus nuevas circunstancias alimentaran esa hórrida posibilidad.

Cerró sus ojos, y tragó saliva esperando sus palabras sacaran al muchacho de la habitación. Con Ruby su plan resultó efectivo, y por lo mismo, su sorpresa fue mayúscula al sentir como el colchón sobre el que descansaba se hundía. Enseguida sus ojos se abrieron, y lejos de encontrarse con la despedida anhelada, sintió asombro, y posteriormente calor.
 
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