El albino maquinaría todas las posibilidades sobre lo que ocurría; dejando de lado las emociones infantiles. El visitante podría ser un espía que sólo llamaba la atención por algún tipo de razón. Si era así le iba a costar acceder debido a que previamente sería registrado y juzgado ante las duras leyes de Windham. Por consiguiente, cuando el varón de lentes comenzó a caminar, los vigilantes de la muralla se alertaron al ver que era el único que estaba fuera del camino, engullido por la nieve y teniendo esa extraña apariencia. La voz corrió, y el pelirrosa sería rodeado rápidamente con ballestas y lanzas. Sin embargo, Griffith ya había observado en él que no había armas a la vista. Eso posiblemente instó el impulso de protección, porque cuando menos lo esperó su mano diestra se alzó como orden, interviniendo. Los soldados inmediatamente bajaron las armas amenazantes, aún sin confiarse del individuo; luego pensaron que el peliblanco lo conocía cuando la voz de nuestro caballero se presentó »Viene conmigo.«
El sosiego de su rostro transmitió la seguridad que ocupaba el momento de tensión. Se acercó un poco y asió desde uno de los broches, la capa. Extendiéndola sobre el foráneo como si fuese un manto extra de nieve por su blanco tono. La intensión era obvia, darle una prenda que contribuya a proporcionar calidez. »Sígueme«
