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𝐷𝑜 𝑦𝑜𝑢 𝑤𝑎𝑛𝑡 𝑡𝑜 𝑙𝑖𝑣𝑒? 𝐶𝑜𝑚𝑒 𝑙𝑖𝑐𝑘 𝑦𝑜𝑢𝑟 𝑎𝑛𝑡𝑖𝑑𝑜𝑡𝑒, 𝑙𝑖𝑡𝑡𝑙𝑒 𝑝𝑢𝑝𝑝𝑦.
 
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Finalmente lo hizo. Con su hombría al desnudo, se derramó encima el poco líquido que quedaba, empapando su entrepierna. Ni siquiera tuvo que ordenar más: tan solo se quedó quieto, las piernas separadas y el líquido azulado amenazando con desaparecer en la piel del varón, esperando a que Maëlie demostrara su voluntad de vivir.

Claro, tampoco le diría que el antídoto podría tener placenteros efectos secundarios...
Pero con esa cantidad de antídoto, su promesa no se vería cumplida.

—Claro, si bebes lo suficiente.

Fue entonces cuando el deleite de humillarla alcanzó cotas aún mayores. Aún tenía un poco de ese líquido azul neón en la redoma, previendo que el hada se negaría en primera instancia; y, jugando con esa necedad de aferrarse a la vida y a la esperanza, hizo todo un espectáculo del acto de abrirse la bragueta y dejar sus pantalones abiertos de par en par, para después bajarse muy lentamente la ropa interior y dejar su virilidad a la vista. Sus intenciones eran claras, pero hizo todo cuanto estuvo en su mano para alargar la tortura cuanto le fuese posible; a pesar de que cada segundo contara, con el potente veneno que había inyectado en el cuello de Maëlie haciendo efecto mientras él desperdiciaba el tiempo así.
A pesar de lo apremiante de sus palabras, su expresión —o lo que era visible de ella— permaneció invariable mientras la veía obedecer. Si acaso, su sonrisa se hizo aún más horrísona apenas comprobar que ella actuaría como él esperaba: Maëlie había demostrado tener un amor a la vida tan inmenso, que ninguno de sus perversos juegos o sus burlas hirientes habían logrado mellarlo en absoluto.

Y eso le encantaba. ¡Qué magnífico espécimen era ella!

El primero roce de la lengua lo hizo reír de manera estruendosa, casi vulgar, cuando el cosquilleo de la caricia se hizo presente; pero no fue una carcajada producto del placer incipiente, sino de otro más intoxicante, aquel por el que vivía: el del poder, obligando a la chica a obedecer.

—Bien, bien. Vivirás un día más... —Susurró, su voz serpentina rompiendo el silencio posterior a las únicas dos palabras que Maëlie logró pronunciar antes de resignarse a someterse ante él.
Maelie · F
Colocó de mala gana las palmas de sus manos en la superficie y también sus rodillas. Avanzó, arrastrándose, como él se lo había pedido y una vez estuvo ante él cambió su posición para poder alcanzarlo. Sólo sus rodillas quedaron sosteniéndola.

—Quiero vivir... —Confesó y, con una mezcla de asco y pena por sí misma, acercó el rostro hasta el vientre ajeno para lamer el líquido con la punta de su temblorosa lengua.
Maelie · F
Él era aterrador. Maëlie había visto muchas cosas que le habían erizado la piel a lo largo de su vida: las bestias del bosque, los seres sin rostro, el horrible poder del fuego fuera de control y a algunos humanos crueles; pero nada se comparaba con Claude. Ella incluso dudaba que él fuese una persona... Parecía más una pesadilla encarnada.

—¡! —Abrió los ojos de par en par y lo observó cuando la sostuvo de las mejillas. Dolió, por supuesto, pero dolió aún más el que la empujara y la dejara caer pues se torció un tobillo en el proceso.

No le quedaba de otra. El frío suelo debajo de ella le recordaba su realidad y lo efímera que se había vuelto la posibilidad de vivir desde que la habían sacado de su bosque. Maëlie apretó los labios y se recordó a sí misma que tenía motivos para soportar todo eso; con suerte algún día los alcanzaría.

Pero debía vivir para ello.
—Arrástrate. Ven por él. —Ordenó. —O déjame ver cómo agonizas... Quizá sea mas divertido que tu obediencia.
Aquella enojosa sonrisa suya se ensanchó ante la angustia de la chica. Aunque llevase su máscara habitual, no haría falta demasiada imaginación para comprender que su expresión sería de regocijo enfermizo, alimentándose de la desesperación y vergüenza de Maëlie.

—Lo diré una sola vez. —Se echó hacia adelante, sin importar si el antídoto se desperdiciaba al correr por su cuerpo, mojando tanto sus costados como el inicio de su vientre. Adelantó la mano, y con ella atrapó el rostro de Maelle por las mejillas, hundiendo los dedos de tal forma que parecía querer dejar huellas. —Tu estúpido pudor no sirve de nada aquí. Tienes dos opciones, cachorrita: obedecer, o morir. Me servirás de ambas maneras.

La empujó, haciéndola perder el equilibrio sin que él tuviera que levantarse siquiera, volviendo a acomodarse después. El líquido azul comenzaba a desaparecer merced a su volatilidad, pero aún quedaba un poco en el tubo de ensayo; el que amenazó con derramar en el suelo mientras la miraba.
Maelie · F
—¡No quiero morir! —confesó con frustración. Después de todo lo que había pasado aún añoraba volver a su lugar de origen, reencontrarse con los suyos y volver a ser feliz— Pero beber de su cuerpo es... Vergonzoso.
—Me parece que no tienes alternativa, cachorrita. Descuida, le daré un buen uso a tu cadáver...
Maelie · F
¡No...! No así.

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