Por un buen rato sin temor a que el tiempo se le escape de las manos o que la tarea quede inconclusa, se abstuvo de evitar la suave sonrisa que nació por el bello recuerdo de su estrella sonriéndole. Es probable que más tarde le pregunte a Taiki o Yaten sobre el extraño objeto en sus manos, por ahora, se dedicó a visualizar su distorsionado reflejo en aquella maravillosa chuchería.
(10) Examinó con interés de arriba a abajo advirtiendo los pequeños detalles tales como florecitas teñidas de carmín adornando la dorada y gruesa cruz con bordes negros. Pequeños zafiros resaltaban al extremo de un diamante más grande en el centro. Era una belleza. No obstante, ¿Cómo llegó eso ahí?
Acarició con el pulgar el relicario… ¿era una especie de reliquia familiar? Kinmoku fue el lugar en el que pensó al distinguir con mayor precisión esas flores; Seiya irrumpió en su análisis al ver las preciosas gemas azules.
(9) Mordió la punta de su lengua en medio de su concentración por instinto. El carboncillo del lápiz se desgastaba cada vez más hasta tornarse ilegible. Necesitaba más punta… ¿Hm? ¿Eh? ¿Y su sacapuntas? Revolvió su lapicera buscando el objeto sin éxito, echó un vistazo en el mueble obteniendo el mismo resultado.
(…) ¿En el cajón del mueble? Por favor, no quiere pedirle prestado uno a Shingo, seguro que la bota de su cuarto antes de que pregunte. La palma de su mano limpio bruscamente los múltiples objetos que se encontraba en el camino: pulseras, brochas de maquillaje, aretes sin par, unas tarjetitas de lavanderías, un… ¿Eh? ¿Qué es esto?
Estiró sus dedos lo más que pudo para alcanzar aquel broche que brillaba tenuemente al fondo del cajón. Un chillido de victoria se le escapó sin querer al tener en su diestra la fuente de su curiosidad. ¿Qué era esto?
(8) Ah. ¿Pero qué se puede hacer? ¡Son cosas de “hermanas”! Lo entiende a la perfección puesto que es así con su hermano. Por un tiempo están gritando en la garganta del otro y luego, se contentan por alguna tarugada. Es mejor evitar entrometerse demasiado, tal vez pequeños empujoncitos ayudarán, nada más.
Un bostezo implicó que sus brazos se estirarán tal cual un gato a punto de caer en brazos de Morfeo… ¡No! ¡No puede dormir ahora! Se prometió a sí misma elevar sus calificaciones para presumir ante su amada que también puede ser muy inteligente y buena cuando se lo propone. Estudiar es su máxima prioridad ahora; empero sus acciones rígidas por la horrible desgracia que era leer libros de textos aburridos.
Con la espalda bien recta, sus rodillas juntas y lápiz en la mano, releyó cuidadosamente el problema de matemáticas por quinta vez. ¿Acaso los maestros disfrutan de burlarse de sus alumnos con ejercicios imposibles de resolver? Dios.
(7) Dando pasos atrás decidió tener fe y confianza en que todo iba bien. Yaten no quería hablar sobre Seiya, pues bueno, debe ser que están peleadas. Debe ser eso. Luego le preguntará a Taiki la causa de su discusión y cuál es el mejor método para reconciliarles.
Al llegar al interior de su habitación medio iluminada por la luz de la tarde filtrándose por las cortinas de su ventana y el clima del aire acondicionado otorgando un frío soportable que instigaba a su cuerpo a aventarse a la cama para tomar una siesta, fue opacada por la carencia de una sonrisa. El anterior acuerdo de que Seiya y Yaten estaban molestas entre sí no era suficiente para volver a su alegría habitual.
Parpadeó sin saber si tocar o alejarse. ¿Podría siquiera imaginarse que son más cercanas ahora? La molestia por el escozor que infligían sus uñas en ambas manos sacudió su indecisión. ¿Por qué Yaten evadía sus preguntas por Seiya? No había nada de malo, de hecho, se suponía que le envió una carta hace poco.
Un momento… A decir verdad, ella era la que tenía “más” información sobre Seiya, ¿no es así? Le envía cartas sobre lo maravilloso que es la vida de Kinmoku y lo mucho que la extraña, adjuntando postales de diversas estrellas, planetas y galaxias que desconoce; un pesar en su corazón se asienta ante el deseo de que sea Seiya quien de frente le explique el maravilloso manto estelar. Sin embargo, está ocupada. Lo entiende perfectamente, además, su amada jamás le mentiría. Es leal y confiable hasta los huesos, debe ser paciente.
(5) Movió suavemente sus dedos entre sí escurriendo el jabón de sus manos al tocar el chorro de agua que fluía en la boca de la llave del fregadero. Inhaló y exhaló profundamente. “Sí, debía ser eso”. Convenció a su inseguridad a alejarse lo más posible de su determinación por concentrarse en mejorar como persona; alimentar miedos infundados la haría más cobarde.
Sacudiendo sus manos para alejar las gotas de sus dedos, admiró a su madre quien terminaba de limpiar la mesa y, al sentir su mirada, le sonrió. Devolvió el mismo gesto con dulzura, nadie diría que había algo mal en ella ante su ternura. Alejándose lo más posible de la cocina, direccionó sus pasos a la escalera sin tener el cuidado suficiente. Las acciones del cuerpo de Usagi fueron manipulados para llegar a la puerta del “nuevo” cuarto de Yaten.
Entre más pensaba, mayor era la presión en su labio inferior. A diferencia de su creciente ansiedad, la tranquilidad de las nubes en el cielo mostraba indiferencia a un próximo enemigo. Ay, Usagi, eres una miedosa y preocupona sin sentido. No hay nada que temer. Ni Rei ni Setsuna han mencionado sobre predicciones ante una venida del Caos, debe relajarse un poco.
Bajó sus hombros que subieron ante una repentina situación de estrés. Movió su cuello de un lado a otro aligerando la carga de las inquietudes; si Yaten y Taiki llegaron a la Tierra repentinamente con maletas ni explicación es porque quisieron disfrutar de sus nuevas libertades al subir de rango en Kinmoku… Seguro que es más complicado lidiar con fans interestelares que se enteraron de sus proezas en la batalla con Caos Galaxia. Sí, debe ser eso.
(3) Las ventanas reflejaban el drástico cambio de las nubes tapando los rayos del sol tiñendo la escena en una dulce melancolía. Sin dificultad se levantó de su asiento, a pesar de su estómago regocijante por todo el alimento guardado, y procuró ayudar a su madre a recoger los platos de la mesa dejando atrás la razón ligada a la confusión principal en estos días.
Lavar trastes es una labor tediosa; no obstante, en ratos donde desea que su mente reflexione sobre una situación auxilia bastante. ¿Cómo debería abordar sus dudas “al” cantante? ¿Sería demasiado repentino e insensible preguntar porque la ha cuidado con ojo de águila? ¿Qué hay de su renuencia a hablar sobre su novia?
(2) Fue por el instante en que le pidieron una servilleta que recordó al silencioso “muchacho”. No obstante, sonrió y entregó el objeto. Era inusual que no comentara algo sobre los platillos de su madre, omitió el pequeño dato a favor de perseverar la armonía en el hogar. Empero las ojeras y el desconocido ceño fruncido de la estrella al comer. Debe haber algo que realmente le moleste. Anotó mentalmente preguntarle en un momento a solas, después de todo, aún le preocupaba demasiado su bienestar aún con los roces discordantes en sus interacciones.
Al término de la habitual actividad familiar, la hora del reloj colgado al final de pasillo marcaba las 3:55 pm.
