Valdrá la pena entonces, estaré más que feliz si quien me reanima eres tú. —Le ayudó a encontrar confianza y estar un poco más suelto, se trataba de ella a final de cuentas, podrían cenar un sándwich en casa y sería algo así, divertido y lleno de coqueteo entre ambos, la combinación que más le gustaba en ella.—

Un sitio adecuado para mi cita. —Sonrió ladino, un tanto galante. Llevarla del brazo lo hacía sentir pleno, no era un trofeo ni algo de lo cual alardear, si algo debía presumir era que ella lo eligiera, que pudieran compartir juntos de manera honesta, que todo era real. Un mesero los guio hasta su mesa, estaba casi lleno y captaron varias miradas, era obvio, los apodos que se pusieron con tanto cariño estaban puestos en evidencia por cómo iban vestidos.

Jaló la silla para ayudarla a sentarse, él hizo lo propio y de inmediato les trajeron la carta, Astaroth pidió vino para ambos y una vez solos, soltó una carcajada de puro gusto.— Puedes pedir lo que quieras, de verdad.