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UnbekanntUnbekannt · 31-35, M
Y entre el sonido de las gotas caer, pareciera que habíamos pensado al mismo tiempo, quizás inconscientemente, nos miramos cara a cara, sin hacer nada; yo, miraba sus ojos, fantaseaba con el color de ellos, como si fueran de otro mundo dentro de tales, un lugar que me hipnotizaba al verlos, y por lo cual admiraba, su nariz, su frente, sus mejillas, su barbilla, todo; su boca, que por el frío escaseaba de color; al igual que sus labios, esos labios que me invitaban a ser besados intensamente y perderme en ellos.
Entonces, con un suavemente movimiento de mi cabeza me aproximé más a ella, mucho más, tanto que podía respirar su aire, podía sentir el roce de su rostro con el mío, esa nariz fría por el día.
No podía esperar más, intenté besarla, pero. (2/2)
Entonces, con un suavemente movimiento de mi cabeza me aproximé más a ella, mucho más, tanto que podía respirar su aire, podía sentir el roce de su rostro con el mío, esa nariz fría por el día.
No podía esperar más, intenté besarla, pero. (2/2)
UnbekanntUnbekannt · 31-35, M
Frío, si, ese frío que deja la lluvia en un día nublado, ese que te deja las manos y la nariz heladas, ese ambiente gélido que delata con vapor, que hay calor dentro de tu cuerpo.
Solo estábamos ella y yo aquel día, en aquel paradero, solos y a la vez no, ya que nos hallábamos acompañados por el sonido de las gotas al caer de algunas hojas y el viento pasando alrededor de nosotros. Bajo el paraguas, en cuál, nos había servido de refugio contra aquella tormenta.
Mi brazo se unía al de ella, para conservar la calidez de nuestros cuerpos, pero ninguno dijo nada, solo el silencio gobernaba, tal silencio, que era capaz de sentir y hasta oír el latido de mi corazón golpeando su pecho, como si quisiera buscar el suyo. (...)(1/2)
Solo estábamos ella y yo aquel día, en aquel paradero, solos y a la vez no, ya que nos hallábamos acompañados por el sonido de las gotas al caer de algunas hojas y el viento pasando alrededor de nosotros. Bajo el paraguas, en cuál, nos había servido de refugio contra aquella tormenta.
Mi brazo se unía al de ella, para conservar la calidez de nuestros cuerpos, pero ninguno dijo nada, solo el silencio gobernaba, tal silencio, que era capaz de sentir y hasta oír el latido de mi corazón golpeando su pecho, como si quisiera buscar el suyo. (...)(1/2)
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