Tsurumaru llegó al lugar acordado a escasas horas del crepúsculo como le habían indicado. Ahí sentada en la orilla del risco, disfrutando de la brisa marina que chocaba contra su grisácea piel, se encontraba aquella mujer que le había pedido tan singular favor.
El tercer paso no se escuchó, así como tampoco la espada que penetró limpiamente el espacio justo debajo del cuello de la mujer de piel grisácea: justo entre las marcas de color negro que sobresalían de su pecho. La hoja salió del otro lado, manchada en negro…
-Quien cuenta nuestra historia
Un empujón, justo arriba de donde había atravesado fue lo único que se necesitó para que el cuerpo de Layla cayese por el acantilado a gran velocidad y encontrar su destino en la superficie del agua donde solo se vio espuma mientras el sol anunciaba la hora del crepúsculo.
El cielo se tornó naranja y la hora de los espiritus comenzó: aquel corto lapso de tiempo que comunica el mundo de los vivos con el de los muertos. Tsurumaru clavó la hoja en el suelo y se sentó en el mismo sitio donde hace escasos minutos se había sentado Layla. Perman
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-Quien muere…
Layla cerró los ojos pensando en el blanquecino rostro de su hermana que había perdido la vida en aquel mismo risco, por voluntad propia al salir el amanecer. Juró poder oír su risa y distinguir una borrosa silueta de cabellos largos y blancos, con ojos rojos que le estiraba la mano en espera.
El samurái desenfundo su espada y la levantó, colocando la empuñadura justo encima de su hombro y con el filo en dirección al firmamento. Tomó aire y alzó la mirada con un brillo en sus ojos ámbar mientras sostenía con firmeza el arma
Layla soltó una ligera carcajada mientras se llevaba la mano a la boca para reírse un poco
-Eres cada vez más humano, Tsurumaru ¿acaso es amor lo que te ha cambiado? ¿la traición quizá?
Esta vez la mujer miró hacia el cielo
-Desearía poder hacerlo una vez más… ver a Asagi, a Sasha, a Lilith, a Ingrid, a Morrigan y decirles lo mucho que las amo aunque haya perdido ese sentir desde hace tanto tiempo. La expresión en sus rostros cuando se los decía me hacía… feliz, aunque no lo mereciese. Y Nana… espero encontrarme con ella, pero no muy pronto: ella te tiene a ti
Asintió de forma que apenas se notó el movimiento de su cabeza... más sabía que Tsurumaru comprendería aquella señal.
-Tuvimos nuestros altercados en el pasado, Layla… y sin duda alguna hiciste cosas terribles a muchas personas – el hombre vestido de blanco cerró los ojos y bajó la cabeza ligeramente – Pero yo no seré quien te juzgue pues no puedo siquiera comprender el peso que cargaste durante tanto tiempo
El viento alboroto los cabellos de ambos mientras a sus oídos llegaban las olas, cada vez más calmas mientras que el sol caía anunciando que pronto se escondería
-Sabes que no quiero hacer esto ¿verdad?
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-Ella entenderá… y lo sentirá. A final de cuentas… - dijo con esfuerzo mientras se levantaba para darse la vuelta y ver a los amarillentos ojos del samurái - …ella es parte de mí. Si lo que te preocupa es su bienestar, te aseguro que será rápido. Después ella podrá seguir con su vida
- ¿Piensas decirme por qué la secrecía? – preguntó Tsurumaru acercándose un poco más para quedar a escasos 3 pasos de distancia de la mujer, y fijar la mirada en su nuca mientras su mano izquierda tomaba con firmeza su saya – Ni siquiera le has comentado a Nana al respecto…
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-Llegas a tiempo, espada – dijo Layla aún sin levantarse, contemplando el amplio horizonte lleno de nubes cuyo color azul profundo se mezclaba con el mar creando una enorme masa en la lejanía. Movió sus piernas sin miedo alguno en la inmensa caída que había debajo de ella, donde las olas chocaban sin piedad contra la formación rocosa