— Eres orgulloso ¿Cómo no te molesta que pueda pasar eso ? — Acomodó su fino cuerpo contra el contrario, jugando a pasar el filo de sus largas garras metálicas por sobre su piel.

—Y probablemente también lo seré al triunfar ¿Verdad?— Y aún así no le incomodaban las posibles consecuencias. Rodeó su cintura con el brazo izquierdo, afianzando la intimidad del momento en un abrazo.

— Jm, no necesito ser un oráculo para saber — Entrecerró su mirar abre el toque de sus labios sobre la fría y tersa piel de porcelana que poseía la cainita rebelde.

— Serás mi esclavo si fallas — Advirtió, ahora ella le tocaba ser caprichosa.

—Afortunadamente no te dedicas a las profecías y las predicciones.— Lleva escuchando ese mismo augurio desde el día que la conoció, pero hasta la fecha, el paciente kuei-jin se había mantenido firme.

Se inclinó, compensando la diferencia de estaturas para asentar un acogedor pero ladino beso en esas pálidas mejillas, abordando el extremo de su labio.

— Me conoces ¿Acaso me arrepiento? — Fijó su mirar en los ojos ajenos, sin verse opacada por su gran altura. Firme, ni siquiera pestañó. Nunca la vería nerviosa por sus actos, y aquella maldita manía de sonreír de ese modo.

— Quien correrá serás tú — Dictaminó como un futuro más que probable.

—Estoy de acuerdo.— Caminó hacia ella con ese aire de fuerza que solo podían desplegar los vampiros ancestrales, algo aparentemente sutil, pero al mismo tiempo fastuoso.

Tomó su mentón con delicadeza, y le hizo dirigir su mirada a la de él. —Tendrás más que solo palabras, solo espero que no te arrepientas de haberme retado.—

— Las palabras se las lleva el viento.

Con una postura erguida y altanera como siempre, demostró que seguía sin creerle por más tiempo que apareciera en su camino. Si quería algo, debía actuar y no hablar tanto.

—Tengo toda la eternidad para hacerte cambiar de opinión acerca de mí.—Respondió sin apresurarse o frustrarse, levantando una ceja por esa sonrisa desafiante que se asemejaba mucho a la que estaba blandiendo él en ese instante.

— Conozco perfectamente los hombres, es difícil que caiga fácil, tengo siglos como para caer tan fácil.

Ahora a ella le tocaba sonreír de manera cínica y de manera triunfante. Amaba torturarle con su incredulidad.