— Un demonio jamás ayudaría a otro demonio, al menos el que tengo en el interior ¿Qué ocurrió contigo? No es gratis la ayuda de ustedes, nunca.
Ciertamente sabía la realidad de aquello por la senda que eligió en su segunda vida. No le molestaba ni renegaba del todo, sabía que había sido su elección sin coacción alguna.
—Podrías ser de ayuda para mantenerle a raya.
Es por eso que se iba donde nadie entraría en su sano juicio. Danthros no estaba desquiciada, pero el demonio le hacía perder la conciencia.
Su comentario lo tomó como el más puro halago, y eso le hizo sonreír para si mismo. En realidad a eso se dedicaba, a estudiar el mundo humano y conectarlo con los sobrenaturales que desearan una convivencia pacífica con ellos, bajo el anonimato de toda la vida. Eran bastantes los que tenían esa buena intención, aunque por igual muchos querían deshacer ese progreso. Se preguntaba si ella conocía ese lado suyo, aunque su convivencia parecía darse por casualidad.
De todas formas, ella era muy extraña. Tenía que asegurarse que no fuese una amenaza, pero tampoco podía preguntar directamente. Todo estaba en vigilarla con discreción, lo cual a su parecer era entretenido; ella era entretenida.
— ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? No soy un muerto ni estoy en los huesos, pero me preocupa. —
— Eres un demonio muy actualizado como para saber esos problemas de Starbucks ¿Hm? Cualquiera pensaría que eres joven.
A su edad molestarse por cosas así le era algo difícil, incluso le dió risa. Imaginarse con esa actitud de las chicas actuales le parecía jocoso, logrando que sonriera de manera más sincera.
— Creo que coleccionaria los vasos con los nombres que me puedan poner.
Negó suavemente, ya era un tema sin remedio.
— Hay problemas conmigo, más allá de simples problemas que pueda dar existir. Algunas veces es difícil mantener a raya ese problema.
Enarcó una ceja y la miró extrañado. Ah, esa parecía una grandiosa oportunidad para molestarla un poco. En su opinión personal del poco tiempo que la conocía siempre pensó que era una fémina privilegiada con algunos caprichos y manías extrañas; ahora podría expresarlo.
— Claro, claro... "Oh, escribieron mal mi nombre en mi Starbucks, necesito ir a procesarlo a la cripta." — Contuvo una risa, aunque no sonó tan bien como había pensado. ¿Y si algo había sucedido? Hmm... Sí, quizás debía corregir su atrevimiento.
— ¿Ha ocurrido algo? — Y palmeó su hombro, aunque quizás por esa broma ella decidiera golpearlo.
— Cuando pasas tanto tiempo entre cadáveres, ya no sientes ese aroma .
Por su parte, la piel blanca como una antigua muñeca de porcelana poseía aroma a pétalos de variadas flores fragantes. Le gustaba darse largos baños en su baño romano.
La gabardina le tomó por sorpresa ¿Preocuparse por ella? Hace mucho que no ocurría algo así.
—Poseo todo eso dentro de mi catedral, sólo me escapó a lugares alejados cuando necesito reposar la mente.
Algo lúgubre en cuanto a la elección de lugares que poseía, sin embargo, el interior de la catedral era otro mundo ; un lugar detenido en el tiempo con total elegancia y lujo.
— Agregaré en mi defensa que si hay algo que está muy vivo es mi sentido del olfato. — Y ciertamente el entorno estaba mezclado de olores diversos, y era difícil colocar un adjetivo agradable a alguno.
Se retiró su gabardina, después la colocó sobre los hombros ajenos. Se sorprendió de su inusual acto de caballerosidad; hacía tiempo que no nacía en el algo parecido.
— En estos tiempos hay residencias mucho más modernas. ¿Qué tal una con sauna privado? ¿O calefacción? —
Sus iris de un insano rojo merodearon sobre quien se presentó de la nada. Era algo divertido que existieran seres como él a su alrededor, sin contar del que vivía en su interior.
— ¿Vestirme? Que encantador de tu parte. Acepto, después de todo lo encontré en estas catacumbas.
Solía vagar desnuda por las instalaciones de la catedral que poseía. Muchas cosas estaban ahí antes de que ella se apropiara del monasterio.
Él tampoco parecía pudoroso en cuanto al tema de su desnudez. Quizás con los años había encontrado cierto desdén por sentir atracción física y afectiva, cosas que consideraba pasajeras; estaba aburrido de todo lo que parecía no durar, aunque él se esmerase en ello.
Así que tan sólo miró en su dirección, luego hacia el techo. ¿En dónde recaía tanta filosofía?
— Quizás a su dueño si le perturba. ¿Qué te parece si te vestimos y salimos a enterrarlo por algún lado? —
