—Y henos aquí de nuevo. En un balcón a mitad de la noche.—susurró con cierta melancolía, recordando sus vidas antes de convertirse en vampiros, y las muchas noches que pasaron en un escenario similar.

Le abrazó con más fuerza, rodeando su cintura con el brazo derecho para sostener y mantener la cercanía que les fundía, de tal modo que la mano libre le sirvió para tomarla del mentón, y forzarla sutilmente a encararlo a los ojos. —Esa es la misma paz que existe en mi vida cuando tú estas cerca.—

— Sí, es algo que no puedo evitar — Apoyó su mejilla en su hombros que gracias a la diferencia desmedida de estaturas, le era fácil.

— Cosas borrosas y detalles que son extraños y borrosos

Algo en su pecho se sintió aliviado con su respuesta y por unos momentos pudo sentir que no estaba tan perdida.

— Sí, me da paz saber que duermen calmos. No escuchar tantas peleas.

—Cetatea Poenari, tiempo atrás fue tu hogar, nuestro hogar—Pero ahora solo era una ruina devastada por la furia otomana que les separó—¿Recuerdas algo más?—cuestionó al acercarse y abrazarla por la espalda, empalmando su frío cuerpo no-vivo con el de ella. —Siempre has tenido predilección por los balcones ¿Te da paz mirar la ciudad mientras todos duermen?—

— Voivoda, si eres tú a quien veo en mis sueños. Te he escuchado decir eso en un palacio húngaro.

Le sorprendió su visita, miró a aquel fornido hombre de profundos cabellos oscuros.

—Bajo la luz de la luna, las criaturas de la noche lucen más seductoras. Tú belleza prevalece en la no-muerte, y no ha cambiado desde el primer día en que te vi, Katharina.