Cuán disfrutable es ese lenguaje silencioso de miradas y gestos disimulados en que ambos terminaron entendiendo esa broma (muy mala pero al fin de cuentas broma). Mantuvo el gesto serio, casi solemne, hasta que ella le dio el empujón al que éste respondió riendo. Con Thusnelda se siente tranquilo, a veces (muy pocas, porque la situación en turno no permite más) hasta divertido, aligerado del terrible peso de esa cruz romana que le hacía llagas imaginarias en la psique. Todo eso se olvidaba en momentos como ahora, que medio sonriendo contemplaba el rostro de la joven, su amiga. Ese amorcillo de la niñez que quedó estancado en una plántula por todos los años que vivió lejos de su tierra. Y que ahora que el contexto lo permite, acelera su crecimiento hasta ser un árbol que comienza a florecer en silencio.
Al menos de su parte. Pues, sabe bien, el corazón de Thusnelda tiene ya dueño.
El mal gesto se proyectó con rapidez, fue instantáneo el pesar en su mirada, el ceño fruncido, decepcionada de lo que escuchaba, es más, ofendida, porque pensó en Segestes, su padre— Es una muy mala comparación. —pudo haberle encontrado gracia, pero no fue instantánea, no. Así que solo río segundos después, dándole un empujón por encima del pecho.
— Un venado. — Se apresuró a decir, con la explícita intención de tentar su explosivo carácter. Arminius no es precisamente un témpano, a veces (muy contadas) se asoma cierta picardía en forma de sutiles bromas, que una vez dichas no perturban su gesto serio. Aunque Thusnelda lo conoce bien; y sabrá notar ese "algo" jocoso en sus ojos.
