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—Sonrió, de forma más gratificante al ver cómo ella cedía ante sus palabras; apartó el candil de su mano, dejándolo sobre la mesita, y se inclinó a besar el sitio de dónde la había sujetado en primer lugar; había una marca rojiza sobre su piel.—

Lo haces bien, tranquila. —Susurró. A veces la miraba como una mujer de verdad, y se le antojaba quererla... Pero no era más que una muñeca de porcelana para él, un adorno bonito con el que gustaba de deleitarse.— Cuando menos esperes, pasará, y será todo. Verás el problema del que nos hemos safado. —Miró por la ventana unos momentos.— Debo volver a mi puesto ahora, Treia, o levantaré sospechas. Lo último que deseo es que te repudien por verte con un hombre a escondidas.

—Nuevamente besó su mano. Era lo más que podía hacerle a ella en esos momentos, puesto que no se permitía el besar los labios de sus muñecas de porcelana, para evitar que hubiese algo más que posesión.—
Treia · 22-25, F
—Solo creí que era prudente cerciorarnos, no tomo su preocupación a la ligera, podríamos sol-… — aquel agarre la interrumpió, un escalofrío le recorrió su espalda no era solo por lo sombrío que llegaba verse con la escasa iluminación, había algo más. Algo no parecía cuadrar como si su instinto solo le dictara “No” pero era más el control que tenía Adama sobre ella.

Sin pensarlo ni negarse dejó que depositara en su palma el frasquito, sacudiendo en ella las indicaciones que le decía. — Si...—

Entonces esto es lo que debía darle a beber al comodoro Callaghan, él era un importante amigo de su difunto padre, prácticamente fue un mentor para él y aun que no había un vinculo ni cariño fraternal entre la castaña y él, habían guardado cierta relación. Desde que supo que Adam y Treia se trataban comenzaba hacerle la vida imposible a ambos, a la castaña nunca le dio detalles solo le ordenaba que se alejara de él, aceptaba que era molesto ese viejo...pero hacerle aquello era...
¿Dudas de que haya alguien en casa? ¿Por qué? —Su voz se notó tensa. Sin embargo, se limitó a recargarse en la cornisa de la ventana, siendo iluminado quizá de forma siniestra por la luz de las velas encendidas.— Me limitare a entregartelo, dando por hecho que serías capaz de hacerlo por mi. Solo tu puedes hacerlo.

—Se acercó de nueva cuenta, tomando la muñeca de ella que sostenía el candil, como si fuese a arrebatarselo. Sin embargo, con la mano libre, sacó del bolsillo de su pantalón un frasco azul, estético como el de un perfume.— Te tiene la confianza suficiente como para que le lleves el té que bebe cada tarde. Bastarán unas cuantas gotas, no tienen sabor ni aroma... —Se inclinó hacia el oído de ella.— Ese viejo enfermo es el único que se interpone entre nosotros... Quitandolo del medio, puedo llevarte conmigo con libertad.
Treia · 22-25, F
Se sentía tranquila por esas palabras en verdad confiaba en el mayor, no por nada había admiración de su parte hacia él. Ante sus ojos era un hombre respetable y aun que sus peticiones serían algo cuestionables con los valores a los que uno esta acostumbrado, confiaba en que siempre era por un bien mayor.

— Si. Mi respuesta es afirmativa, no podría negarme a tus peticiones. No voy a negar que me asusta un poco ¿Seré capas? No quisiera decepcionarte.—

Prendió dos candiles mas para tener mejor visibilidad y tomando precaución de lo que habría sugerido de que algún intruso estuviera dentro.

—Antes de hablar al respecto ¿Me acompañarías a revisar que en la casa no haya nadie? —
Hm, no, que cosas dices... Lastimar estás frágiles manos con burdas armas. No pienses en tonterías, estoy aquí para protegerte, recuerda que me perteneces.

—Le soltó entonces, lentamente, deslizando ambas manos por su hombros, pero sin tocar demasiado de su piel; era como si temiera que fuese a romperse. Exhaló, tembloroso, al tenerla tan cerca de pronto, y tuvo que apartarla de él unos momentos.—

Entonces, ¿a qué has llegado? —Notó que solo había una luz en esa habitación, tenue. Quería, de pronto, apagar todo y simplemente desgarrarla, escuchar su voz suplicante. Hubo una sonrisa tenue en sus labios. No lo haría, no era más que una de sus fantasías... Debía jugar un poco más con esa preciosa presa antes de poder devorarla.—
Treia · 22-25, F
Para estar sola, Adam llegaba a representar esa luz de esperanza que no todo estaba perdido. Ese abrazo tan fuerte y firme lo confirmaba. No quedaba más hundir su rostro en su pecho, la tela de su chaleco olía bien. tan peculiar que se dejaba llevar siempre que estaba cerca de él. Quizá su mano se estrechaba más a la de él por la falta de aire de unos instantes, su corazón se aceleraba por la cercanía, por sus palabras, pero había algo más...

—Si, lo sé, Capitan Locksley. Por eso me permito tenerte aquí, solo a ti podría recibir a estas horas. — mientras que una mano era sujetada la otra se deslizo por su brazo, hombro hasta llegar a su cuello, le miro docilidad, acomodando un mechón alvino por detrás de su oreja, por suerte había oscuridad y no se apreciaba el rubor tras ese delicado beso.— También tengo miedo a ser dañada...¿Debería aprender a usar armas? ¿eso le traería tranquilidad a tan diligente caballero?—
—La halo quizá con algo de brusquedad hacia él, aprisionandola en un abrazo algo fuerte, posesivo, tengo que incluso la hizo alzarse un poco en puntas sobre el suelo. Su brazo libre se había ajustado sobre su cintura, y la mano con la que le había tomado la mantenía con firmeza entrelazada.—

Me preocupo, es todo. —Exclamó, y su voz tembló sutilmente.— Estás sola. Cualquiera podria entrar a este lugar, y quizá hacerte daño. Treia, milady... No lo soportaría... —Se afianzó un poco más, hasta cortarle un poco el aire, mientras se inclinaba a tocar su pómulo con los labios, delicadamente, como una caricia.— Lo entiendes, ¿no es así?
Treia · 22-25, F
Se sentía confundida por sus preguntas, le miro desde abajo. — Por supuesto, estoy sola. No habría estado en penumbra de no ser así.—

Al decir eso cayó en cuenta que debía de prender más velas por la presencia del varón, entonces ya lo tenía enfrente, le miro con cierto temor. No entendía el por qué de sus palabras ¿Desconfiaba de ella acaso?

— No hay razón para mentirte. En ningún sentido lo haría.— Tomó su mano, algo temblorosa, ¿Por qué de pronto sintió un escalofrío? Era un sentimiento encontrado, su firmeza al agarrarla le brindaba seguridad pero al mismo tiempo temor, su fuerza era evidente.— Adam... ¿Pasa algo? — se levantó para estar más cerca de él.— Te escucho diferente...—
—Revisó entonces el lugar de forma minuciosa, deslizando los dedos incluso por la mesita donde estaba la taza, por la orilla de ésta con la yema del dedo índice. Se lo llevó a los labios de forma discreta.—

¿Estás sola, de verdad? ¿Ya venido alguien? —Su tono cambio sutilmente, durante unos momentos solamente. Miró por la ventana, el reflejo de ella en el vidrio.— No tienes por qué mentirme. Sabes bien que me gusta que seas sincera, en todo... Si lo eres, no tendremos algún problema. —Se giró para verla, extendiendo la mano para que ella la tome.— Ven.
Treia · 22-25, F
— Como puedes ver, me es difícil conciliar el sueño, aun que esté cansada. —Miro a su izquierda donde había dejado una ya sin té. — Últimamente me he sentido intranquila... ¿Puedo ofrecerte algo?—

La penumbra le dificultaba el conocer su semblante, solo podía divisar la silueta alta del alvino.

-¿Y tú cómo te encuentras? Agradezco que te preocupes... - Sonrió, mas para si misma pues dudaba que también se percibiera bien su rostro.

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