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K1580358 · M
Shinjirou, hijo de Soujoubou lll

Ser un demonio cuervo no era una tarea sencilla.
Ser el hijo del jefe mucho menos.

Desde que fue consciente de su entorno y el lugar que ocupaba en este, Shinjirou era constante objeto de burla y malos tratos por parte de los otros cuervos quienes aprovechaban cada oportunidad para hacer burla de lo poco desarrolladas que eran sus alas y gastarle bromas pesadas. Pese a todo, él se esforzaba por convivir con todos como si fuese un cuervo más, dejaba de lado su titulo para integrarse pero los resultados jamás fueron favorables.
Acciones de esa naturaleza y el entrenamiento rudo al que eran sometidos fueron los que se encargaron de forjar ese temple de acero y personalidad distante que siempre le caracterizaban. Vivir en la montaña exigía obediencia y dedicación, fortaleza y determinación.
No conocía lo que era la amabilidad hasta que le conoció aquella noche...

Luego de mudarse al dormitorio común, en el que descansaban todos los cuervos, su presencia no fue bien recibida como esperaba. Sus hermanos se resistían a llevarse bien con él, a integrarlo y Shinjirou hacia de todo por encajar.
Una noche le gastaron otra de sus bromas tontas y pesadas al deshacerse de su cama. Dispuesto estaba a dormir en el suelo pero un cuervo le tendió su mano amable.
Suirou, un cuervo mayor que le ofreció amablemente compartir su espacio con él.

Fue la primera vez que alguien lo trató con amabilidad.
La primera vez que alguien compartió sinceramente.
La primera vez que alguien convivió con él.

Luego Jirou se enteró de su peculiar amistad y so pretexto de su incapacidad para volar se convirtió en su maestro.
Todo fue caos y desgracia de ahí en adelante.

La caverna de las bestias del trueno.
Jirou exigiendole volar.
Suirou se enteró y fue en su rescate pero esa buena acción terminó en una pérdida irreparable...
Suirou perdió sus alas.
Las había perdido por culpa suya.
Ambos estaban heridos y fueron llevados de regreso a la montaña para ser curados pero... uno de ellos había sido herido de gravedad, una gravedad irreparable.
Sus alas fueron extintas por completo.
Un cuervo sin alas no era útil.

Y eso fue lo que lo llevó a su situación actual.
Mal herido, tomó la decisión de descender de la montaña como penitencia por haber sido el causante de la pérdida del único ser que no había hecho otra cosa que procurarlo como jamás nadie se había tomado la molestia de hacer.

Tambaleante, deambuló por los bosques sin rumbo fijo ya que sus ideas eran dispersas en ese momento. Se encontraba débil y bastante desorientado... hasta que se encontró con un hombre peliblanco.
Este lucia igual o peor que él mismo a diferencia de que ese ser aún poseía la fuerza necesaria para moverse a voluntad y no como él, que ya no tenía casi fuerzas.
El desconocido reparó en su presencia tomándolo de sus ropajes como si fuese algo insignificante. Al no tener la fortaleza siquiera para lanzar algún comentario cargado de ira se dejó llevar hasta el final de la montaña donde fue desechado sin más preámbulo.
Debía irse lo más lejos posible.
No soportaba la idea de permanecer un segundo más ahí.
Reunió todas las fuerzas que aún quedaban en él y se aferró al tobillo de quien lo había desechado hacia sólo un instante.
Su mirada, siempre fría e indiferente, se mostraba suplicante al desconocido.

—N-No... no me dejes aquí...
 
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