[code] Basto escuchar el abatir de las alas de una mariposa que se dirigió hasta él para saber que aquel Dios había regresado.

⸻ Mikage, he estado esperándote por décadas, Dios infame. ¡Ahora muere!

Aquel temperamental demonio empezó a arrojarle todas aquellas carpetas con registros de plegarias que había archivado y almacenado durante todos aquellos 20 años, era su inusual forma de admitir que le había estado esperando con impaciencia.

⸻ ¡¿A qué maldito pueblo se supone que fuiste para tardarte tanto?!

Le reprochaba dándole pequeños golpes con la punta de la sandalia de madera. [/code]

[code]El hechizo de olvido que Mikage había dejado caer sobre Tomoe había surtido mucho mejor efecto de lo esperado, lo único que Tomoe recordaba ahora era a un zorro mal herido que había llegado a los pies de la deidad de la Tierra y aquella deidad lo había envuelto en un manto de gentileza y una amabilidad que hasta entonces pensaba no haber conocido jamás, por ello y mucho más estaba dispuesto a servir fielmente a la deidad de la Tierra, aunque por supuesto que no a cualquier deidad, si no era Mikage no le interesaba servir a nadie más. Era extraño que alguien tan hostil y huraño como Tomoe fuese tan dependiente de un Dios, pero para Tomoe servirle a Mikage era un precio muy bajo a pagar por haberle salvado la vida y haberle brindado un hogar, sin mencionar compañerismo, podría decirse que Tomoe solo se permitía confiar ciegamente en aquel lazo divino que había sellado con aquel Dios, sin embargo aquel desgraciado había desaparecido durante 20 largos años.[/code]

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Sin darse cuenta llego a una tienda de comida y chucherías humanas. De momento tenía que regresar al templo, no podía estar lejos por más tiempo. Sin dudarlo entro a aquella tienda comprando cuatro rebanas de pastel (dos de fresa y dos envinados) y bastante alcohol, esto no sería suficiente para compensar su ausencia, pero al menos sería buena excusa para intentar acortar la brecha entre los dos.

Ya habían pasado varios años desde que dejo el templo. Estaba seguro que Tomoe no le perdonaría su ausencia, entraría en cólera al verlo acercarse. Tenía que pensar en una forma efectiva que pudiera tranquilizarlo, y evitar de esa forma que intentara destruir el templo.

¿Qué puedo hacer? Era lo único que rondaba su mente, no por el desarrollo de los próximos acontecimientos, si no por el problema por el cual se había alejado del Zorro demonio. Pronto la vida de su familiar estaría en peligro, y por más que intento buscar una solución no logro encontrar respuestas. Nunca se había sentido tan patético e inútil.

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