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Deslizó la mano por su barbilla y cuello, luego empezó a palpar la armadura del Dios nórdico y sus ojos resplandecieron como zafiros al Sol.
— ¡Podré verlo con mis propios ojos! —casi saltó de emoción, de hecho levitó los centímetros suficientes para ponerse a la misma altura que el Padre de Todo—. Pero antes debes conocer a mi madre. Quizá te rete a un combate amistoso, pero te dará la bienvenida como al guerrero más digno y como el hijo que nunca tuvo, por lo que representas para nuestro mundo y lo que has sembrado en mí.
Deslizó la mano por su barbilla y cuello, luego empezó a palpar la armadura del Dios nórdico y sus ojos resplandecieron como zafiros al Sol.
— ¡Podré verlo con mis propios ojos! —casi saltó de emoción, de hecho levitó los centímetros suficientes para ponerse a la misma altura que el Padre de Todo—. Pero antes debes conocer a mi madre. Quizá te rete a un combate amistoso, pero te dará la bienvenida como al guerrero más digno y como el hijo que nunca tuvo, por lo que representas para nuestro mundo y lo que has sembrado en mí.
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