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GwenParker · 26-30, F
Asi que este es un dios.. que genial.
(...)
Deslizó la mano por su barbilla y cuello, luego empezó a palpar la armadura del Dios nórdico y sus ojos resplandecieron como zafiros al Sol.
— ¡Podré verlo con mis propios ojos! —casi saltó de emoción, de hecho levitó los centímetros suficientes para ponerse a la misma altura que el Padre de Todo—. Pero antes debes conocer a mi madre. Quizá te rete a un combate amistoso, pero te dará la bienvenida como al guerrero más digno y como el hijo que nunca tuvo, por lo que representas para nuestro mundo y lo que has sembrado en mí.
Deslizó la mano por su barbilla y cuello, luego empezó a palpar la armadura del Dios nórdico y sus ojos resplandecieron como zafiros al Sol.
— ¡Podré verlo con mis propios ojos! —casi saltó de emoción, de hecho levitó los centímetros suficientes para ponerse a la misma altura que el Padre de Todo—. Pero antes debes conocer a mi madre. Quizá te rete a un combate amistoso, pero te dará la bienvenida como al guerrero más digno y como el hijo que nunca tuvo, por lo que representas para nuestro mundo y lo que has sembrado en mí.
— Por supuesto, porque Hércules no lo vivió, no lo sufrió ni lo celebró como las Amazonas —gracias a su naturaleza feminista, se hizo algo obvio un tinte de recelo en sus palabras—. Bueno, como dije antes: ni siquiera yo lo viví en carne propia; para esos momentos, el deseo más profundo de la Reina Hipólita aún no se materializaba —y con una sonrisa llena de orgullo también hizo obvio que hablaba de sí misma. Pero tuvo que ladear la cabeza, y su pecho se infló al llenarse de aire—. Pero un buen día, Zeus lo hizo realidad con un suspiro —y como su creador, de los labios de la Amazona brotó un suspiro profundo y el rubio podría sentirla estremecer ante su tacto—. Una niña colmada de bendiciones; con la belleza de Afrodita y la sabiduría de Athena.
ThorOdin · 31-35, M
— Aye. Conozco la historia por boca de vuestro hermano, Hércules. Más es sumamente más dulce a mis oídos escucharla de provenir de tus labios de miel. Y de tu voz tan erótica que tanta paz me trae. — Definitivamente, quiere oír más acerca de ello. Y sabe muy bien, que ella comparte el deseo por conocer más de su mundo, de su cultura separada por un oceáno. Y en el caso de ellos, por brechas entre mundos. Sus muslos fueron recorridos por los dígitos del Padre de Todo, que acompaña el suspiro con uno propio. Asintió, una respuesta verídica. — Os llevaré a Asgard. Cruzaremos el Bifröst, te mostraré la ciudad de oro, verás a las Valquirias en entrenamiento. Y compartiremos historias de nuestro linaje bajo el mismo techo, con la más exquisita hidromiel que los nueve Reinos pueden producir.
— Mucho antes de que yo naciera, mi madre y mis hermanas Amazonas vivieron esclavizadas por Ares. Mi madre, Hipólita dirigió la rebelión y triunfaron. Hera, con su bondad, nos dio un nuevo hogar, una utopía donde reclamamos la pureza de nuestros espíritus —narra con una voz tan suave como sus caricias, y sus comisuras se estimaron aún más al sentirle tomar sus caderas—. Es por eso que nos mantuvimos ocultas del resto del mundo por tanto tiempo —suspiró profundamente, delineando el labio inferior del rubio con la yema de su pulgar—. ¿Me llevarás a conocer Asgard?
ThorOdin · 31-35, M
— Suena muy parecida a mi Padre. En su búsqueda del conocimiento y de las respuestas al universo, siempre vio a los humanos como criaturas que no podían ser de fiar. Que nada en Midgard podría ser más que trivial, pues para nosotros, las vidas enteras de un mortal son apenas unas horas en comparación. — Se regocija de apreciar ese fino rostro, posa sus manos nórdicas en su cadera, reduciendo el espacio entre ambos. — Pero te veo aquí, de pie, una mujer que comparte el mismo amor que yo poseo por este mundo, por la vida misma. Y que valora cada momento que pasa con sus seres queridos, como el más grande tesoro. No me agradezcas, pues eres tú con quién quiero estar.
— Mi madre me decía que debía aceptar la naturaleza de los hombres. Malvados y desleales. Pero sobre todo, que no debía confiar en ellos. Era ella quien creía fielmente en que este mundo no me merecía —alarga una palma hasta el rostro del Asgardiano, repasando su mejilla con la palma, dirigiéndole una mirada de amor infinito mientras sonreía—. Pero existes tú; eres la representación de la fuerza, de la nobleza y la bondad que todo hombre debería poseer. Gracias.
ThorOdin · 31-35, M
— Amo escuchar la voz que sale de tus labios. Te haría el amor aquí mismo, princesa de Themyscira. Comprendo vuestro pensamiento. Y en la sabiduría que encuentro, es que puedo comprender la guerra, pues yo, como ningún otro Aesir, libré incontables batallas. Pero siempre con un propósito. Siempre del lado de la Vida. Pero estos.. soldados. Luchan por solo matar. Inventan guerras solo por que no conocen la vida. Solo la muerte. Y no entienden con las palabras, así es que opto por interceder. Me negué a dejar que sigan metiendo a los inocentes con sus batallas sin sentido. Tomé mi martillo y los hice entender a la fuerza. Pues mi paciencia es corta para los necios. Para los que cierran su corazón.
— Cuando dejé mi casa para derrotar a Ares, vi toda clase de malicia en este mundo. Vine para traer amor y justicia. Y fue hasta que les vi pelear entre ellos, cuando conocí la verdadera decepción y la pena... me sentí sola y perdida muchas veces, llegué a pensar que no me merecían. Pero esos son sentimientos humanos, ¿no? Debemos ser bondadosos, nosotros, quienes tenemos el poder para destruirlo todo. Debemos seguir luchando, protegiendo a los débiles... y debemos amarnos.
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