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— Por supuesto, porque Hércules no lo vivió, no lo sufrió ni lo celebró como las Amazonas —gracias a su naturaleza feminista, se hizo algo obvio un tinte de recelo en sus palabras—. Bueno, como dije antes: ni siquiera yo lo viví en carne propia; para esos momentos, el deseo más profundo de la Reina Hipólita aún no se materializaba —y con una sonrisa llena de orgullo también hizo obvio que hablaba de sí misma. Pero tuvo que ladear la cabeza, y su pecho se infló al llenarse de aire—. Pero un buen día, Zeus lo hizo realidad con un suspiro —y como su creador, de los labios de la Amazona brotó un suspiro profundo y el rubio podría sentirla estremecer ante su tacto—. Una niña colmada de bendiciones; con la belleza de Afrodita y la sabiduría de Athena.
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