El último se fue, triste por no haberle hecho conversación, se volvió hacia su padre y este le concedió permiso para irse tras intercambiar miradas con su madre.

Pero para ese momento perdió de vista a su querida Jaella, estaba desorientada en el salón que había recorrido desde su primer día de vida.

Un escalofrío advirtió la pronta llegada de su madre, tenía el raro don de percibir a las personas a la distancia y la mayoría de veces su intuición acertaba. La vió entre la gente sin su hermanito; su madre siempre decía que no llegaba tarde, que los demás se apresuraban demasiado.

Cuando llegó a la mesa las saludó con un beso en la frente, excepto a su padre, él siempre recibía besos en la boca. Los adultos eran extraños, pensaba. La ausencia de su hermano menor debía al profundo sueño que, de algún modo, su madre logró.

No sintió la cena, aunque decidió llenarse con carne asada y algo de vino, arrastraba la copa de su padre fingiendo mirar a otro lado y así un sorbo era robado.

La celebración se extendió al tener que escuchar las presentaciones de los hijos de Lores, esperanzados de cultivar alguna alianza en el futuro.

Sonrió al escucharla. Respiró profundo y era hora de salir, escoltadas por los guardias que usualmente las esperaban en el exterior y que cientos de veces habían burlado.

Llegaron al gran salón pronto, donde el banquete estaba siendo servido. Su padre estaba hablando con varias personas, seguramente escuchando la misma felicitación cientos de veces. No podía ver a su madre, ¿Su hermanito la habría retrasado? Era normal, un niño de tres años aún requería cuidados, y no podría bajarlo para que llorase ante todos.

Tomó asiento a lado de la silla de su padre, y sintió una caricia en su cabello, que sabía se repetiría en la cabeza de su hermana. Esa pesada mano era la del Rey, que ocupó su lugar de inmediato y le tomó la mano.

"Terminará pronto." Le murmuró a ella de forma cómplice.

Aceptó todo lo que dijo con tal de persuadirla un momento de sus movimientos, tomó el cepillo y arregló el nido de pájaros que cargaba en la cabeza. A sus espaldas podía apreciar mejor el brillo platinado de su cabello, no entendía como era capaz de descuidarlo y tenerlo tan hermoso.

━Terminaremos escapando juntas de lo contrario.

Jaena era distinta a su hermana. Tenía un poco más de responsabilidad que condenaba su espíritu libre, si es que alguna vez tuvo uno. Acostumbraba leer las historias viejas, a filósofos ya muertos, leyes y ética. La biblioteca de su padre era lo que mantenía a flote sus ganas de asumir el trono alguna vez.

Pero cuando la tenía a su lado era sólo Jaena. Recargó su mentón sobre el hombro ajeno, suspiró.

━No quiero ir...━confesaba secretamente. Al otro momento ya estaba en la puerta ━...no te quiero escuchar diciendo eso.

Hasta esas horas seguía en camisón, encontrando excusas para no ponerse ese ridículo vestido, una versión a juego del de su hermana de color rosa.

No es que no le gustara el color, lo adoraba, pero siempre se resistía a la ropa femenina. Su guardarropa estaba lleno de pantalones, camisas y ropa para montar su dragón. Odiaba su rol como chica, porque le temía a todo lo que vendría después.

Desde muy joven sabía que no estaba hecha para esas cosas, menos para la corte. Pero si su hermana iba sabía que no iba a soportar muchos minutos sin seguirla, así que se levantó de la cama.

Estuvo lista a regañadientes, pero su cabello era un desastre. Intentó cepillarlo con los dedos y luego lo ignoró en su espalda.

— Espero sirvan la cena temprano, después podríamos ir a la fosa con los dragones. —

━ Deberías vestirte. Hoy es el aniversario de madre y padre, tenemos que estar presentables. ━Era la segunda vez que se lo decía a Jaella, pero sus intentos no funcionarían hasta darle la "mirada de nieve", cosa que no quería emplear. Pensó en otra cosa: ━Si te apuras te llevaré a la mazmorra de los dragones... ━canturreó mirándola por encima del hombro; cuando estaba frente a sus ojos sonreía, era una reacción que entorpecía su rostro neutro.