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AemondTargaryen · 31-35
La mirada ligeramente culpable de Aemond delató un poco su pesar. Decidió recargar de nuevo su mejilla contra su seno, sintiendo la forma de su pequeño pezón resaltar contra su piel. Su esposa era toda una obra de arte, y él constantemente no se sentía merecedor de ello.
Sí, a esas alturas aún sentía de vez en cuando eso, pero nunca se lo decía. Sabía que lo llenaría de razones por las cuales eso no era verdad, y ella no necesitaba afligirse por ello.
Era como recordar los tiempos donde él era un humano en una academia de sobrenaturales.
— Siempre sobrevives. Y me da gusto jamás haber siquiera pensado en lo contrario. —
Sí, a esas alturas aún sentía de vez en cuando eso, pero nunca se lo decía. Sabía que lo llenaría de razones por las cuales eso no era verdad, y ella no necesitaba afligirse por ello.
Era como recordar los tiempos donde él era un humano en una academia de sobrenaturales.
— Siempre sobrevives. Y me da gusto jamás haber siquiera pensado en lo contrario. —
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