━Muy bien, significa que estamos a salvo. Hasta en tus sueños pretendo cuidar de ti. ━Levantó los ánimos con una sonrisa, siguió dándole su atención por el siguiente cuarto de hora. Era su forma de demostarle que todo estaba bien, que él merecía esta paz.
La mirada ligeramente culpable de Aemond delató un poco su pesar. Decidió recargar de nuevo su mejilla contra su seno, sintiendo la forma de su pequeño pezón resaltar contra su piel. Su esposa era toda una obra de arte, y él constantemente no se sentía merecedor de ello.
Sí, a esas alturas aún sentía de vez en cuando eso, pero nunca se lo decía. Sabía que lo llenaría de razones por las cuales eso no era verdad, y ella no necesitaba afligirse por ello.
Era como recordar los tiempos donde él era un humano en una academia de sobrenaturales.
— Siempre sobrevives. Y me da gusto jamás haber siquiera pensado en lo contrario. —
—¿Pesadilla? —No era el primera vez lo veía despertar abrumado desde la guerra, ella pensaba que una parte de él se quedó en Rocadragón y que no lo recuperaría ella sino sus hijas.
Lo llevó de nuevo hacia sus brazos, conteniéndole. Siempre supo que el peligro rondaba a su familia por venganza, no bastó con mejorar Westeros, el rencor pesaba más. Lo ignoraba para no tener ese tipo de pesadillas, sumergida en la idea de la paz inquebrantable.
Además confiaba en que su descendencia iba a prevalecer frente a los conflictos venideros. Sus hijos superaban a cualquier otro antepasado Targaryen.
—Estaré contenta si sobreviví en tu sueño. —comentó buscando aligerar su semblante.
Después de yacer con ella se quedó dormido abrazado a su torso, pero no soñó con esos momentos. En su mente estuvo Jaella, con una espada de entrenamiento frente a él. Ambos tenían una posición de esgrima clásica, con un brazo detrás de la espalda y las espadas listas.
Quizás había sido muy exigente con ella últimamente, pero recordó que cada vez que ella fallaba repetía una y otra vez la técnica, hasta que ella la dominaba. Sabía que Jaena era buena, pero Jaella debía ser mejor... Ella sería la espada y protectora de su hermana.
Su miedo se reflejó ahí, en la insistencia de la perfección de su hija más ruda. En que aún había enemigos vivos: los bastardos de su media hermana. Recordó la guerra, la muerte... Y despertó con un sobresalto.
━ ¿En dónde...? ━ Reconoció el lugar, después se llevó una mano al rostro. ━ Ah, sí. ━
Siempre era famosa por su belleza y objeto de admiración entre las personas, sin embargo, era inconcebible una imagen de ella roncando. Pero existía un testigo.
La bruja soñaba con este a detalle: la temperatura de su cuerpo era nítida, la forma de sus miembros y el sabor de él. Todo se conservó tal cual.
Una pesadez externa la sacudió de sus sueños, hubo recuperado la visión supo que el sueño fue un apéndice de su deseo. Su Aemond desnudo, aplastándole la mitad del torso y reposando en su seno, era hermoso.
Al carajo la posición del sol y todo lo demás, acomodó sus extensos mechones de cabello para verle la cara.
Elevó sus cejas y sonrió tras emitir un suspiro de resignación. No, en definitiva no iba a dormir, pero no precísamente por tener alguna preocupación.
Llevó la mano a su rostro, luego le pasó el pulgar por la barbilla. Al colocar este mismo bajo su labio inferior empujó un poco hasta hacerlo bajar al grado de poder ver sus dientes.
La mera visión de tenerla así frente a él comenzó a generar ideas que se reflejaron como una creciente erección en su pantalón.
━Ow — suspiró sin pizca de lamento, ella no extrañaba a los niños porque también merecía tiempo como este. —Si tanto extrañas a tus hijos déjame ayudarte a hacer otro.
Lo sentía irreparable cuando jugaba con ella, no podía hacer nada para solucionar ese estado mas que amarle como una fiera.
Se clavó frente a su camino pasando las manos por su ropa hasta quedar de rodillas conforme extendía sus dedos en su cadera. Bastaría una mirada para inflamar en los dos el sentimiento de pertenencia.
Ella le miró desde abajo.
—Tu eres mi comodidad, dormiré en cualquier lugar contigo.
Sonrió para si mismo. Sus manos pasearon a través de su cuerpo, una de ellas subiendo a su cintura hasta que su pulgar rozó la parte baja de uno de sus senos, y el resto de sus dedos caminando peligrosamente hacia su bajo vientre.
— Trato hecho. — Y entonces apartó sus manos, deshaciendo el abrazo. Algunas veces le gustaba hacer eso para ser perseguido, o meramente para hacerla enojar.
— ¿Pasaremos la noche aquí? Quizás no pueda dormir, extraño a los niños. —
Adherirse a su figura la hizo cerrar los ojos, creyendo ser la pieza única en su engranaje..
━Dame un laboratorio y no te dejaré salir de él. ━Dijo, nadie podía negarse con ese tono profundo. Al tiempo balanceó sus cuerpos abrazando sus brazos.
